La intervención del presidente Donald Trump en apoyo a México el fin de semana en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) intrigó, con razón, a muchos.
Trump ofreció que los Estados Unidos se harían cargo de cubrir la reducción de petróleo que México dejase de cumplir: en el marco de una reducción general de producción se pidió a México dejar de producir 400 mil barriles diarios, pero el gobierno mexicano se negó y ofreció 100 mil.
La divergencia puso en peligro un acuerdo general auspiciado por los principales productores, Arabia Saudita y Rusia, hasta la intervención personal de Trump.
Cierto que puede decirse que México no tenía vela en el entierro. No es miembro de la OPEP, aunque sí asociado, y no tuvo responsabilidad alguna en la guerra de producción y precios desatada entre rusos y saudiárabes. Además, actualmente es un productor comparativamente menor.
Dicho eso, quedan varias preguntas ¿qué se proponía Trump? ¿Cuáles fueron las razones de su intervención, y de su ofrecimiento? De hecho, se afirma que introdujo tensión entre EU y Arabia Saudita.
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Ésas son cuestiones a dilucidar. En política, doméstica o internacional, no hay nada gratuito ni hecho simplemente por generosidad. Todo tiene un motivo ulterior, y los favores siempre tienen costos.
Hay factores a considerar, por supuesto. La guerra de precios puso en peligro a la industria petrolera estadounidense, ahora basada en gran medida en el aprovechamiento de esquistos bituminosos.
Con los precios por debajo de los 25 dólares por barril, la producción de ese tipo de petróleo es incosteable.
En ese marco la promesa de Trump de compensar con recortes nacionales por la negativa de México a reducir producción puede parecer hueca, toda vez que la crisis de precios ya tenía a los productores de esquisto contra la pared y que no tiene la autoridad para hacer promesas de ese tipo. La intervención de Trump resulta una jugada con varias facetas. [nota_relacionada id=973140 ]
Por un lado, la más obvia: le permite de entrada subrayar la importancia de los Estados Unidos en el mercado petrolero mundial y con ello presionar a los productores a ponerse de acuerdo. Podría también alegarse que Washington ve a México como un socio importante en América del Norte, y que su estabilidad económica es importante para la seguridad nacional estadounidense.
No se puede olvidar que aunque la importancia del petróleo como generador de energía haya disminuido, sigue siendo el motor de la economía mundial, y que el golfo de México es todavía una región a considerar.
Ciertamente pudo influir la miríada de temas que componen una relación bilateral siempre complicada y más en tiempos de crisis. La actitud de Trump no deja de llamar la atención, dado su historial y la tendencia a culpar a otros de sus problemas.
Claro, dijo que México pagaría después, y así dejó más interrogantes que respuestas sobre el costo a pagar.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@CARRENOJOSE
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