Ante las crisis simultáneas sanitaria y económica ocasionadas por el nuevo coronavirus a nivel global y en nuestro país, resulta de la mayor importancia y urgencia que el Estado mexicano brinde su respaldo y apoyo total a nuestros connacionales radicados en Estados Unidos.
Hoy más que nunca, cuando en nuestro país vecino se padece esta epidemia y es el foco rojo con el mayor número de muertes y contagios de todo el planeta, es momento de ser solidarios y tender la mano a nuestros paisanos del otro lado de la frontera.
Recordemos que estamos hablando del grupo poblacional que, aún en medio de un clima adverso de discriminación laboral y racial, se las ha ingeniado para ser el soporte de millones de familias mediante los ingresos por remesas que, el año pasado, rompieron récord con más de 36 mil millones de dólares, una cifra superior a lo recibido por inversión extranjera directa, exportaciones petroleras o turismo.
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En las últimas décadas, nuestros migrantes han realizado una verdadera proeza: implementar la red más grande de apoyos sociales directos que existe, evitando que la pobreza y marginación se hayan disparado a niveles aún mayores a los registrados.
A veces se nos olvida que la nación mexicana es mucho más grande que los 127 millones que vivimos en territorio nacional, somos en realidad 165.5 millones (incluyendo a los mexicanos de primera, segunda y tercera generación en Estados Unidos).
Por tanto, al momento de escribir estas líneas, no son 332 los mexicanos que han fallecido por COVID-19 hasta ahora, sino por lo menos 513 (332 en México y 181 en Estados Unidos).
Más allá de los ríos Bravo y Colorado, nuestros connacionales están sufriendo por la amenaza del virus, la evaporación de empleos, el cierre de empresas, las dificultades de subsistir y la presión de seguir apoyando a su gente en nuestras ciudades y poblados.
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El gobierno de la República haría bien en incorporar cuanto antes a nuestros paisanos y sus familias, de manera transversal e intersectorial, en todos los programas y componentes del Programa Emergente para el Bienestar y Empleo anunciado hace unos días; así como buscar alianzas con hospitales privados y organizaciones filantrópicas en la Unión Americana para proporcionar orientación y auxilio a nuestras comunidades allá.
Y por supuesto, gestionar adecuaciones presupuestarias para realizar una inyección extraordinaria de recursos a nuestra red de servicios consulares.
La nacionalidad no se pierde por el hecho de emigrar, se afianza porque nuestros paisanos jamás se desprenden de nuestra realidad, y, por el contrario, continúan vinculados no solamente con sus familiares, sino con sus comunidades de origen, desde el punto de vista económico, social, político, educativo y cultural.
El México profundo y real vive y trabaja, muere y se enferma; sueña y se aterra, en dos países diferentes; divididos por una frontera y regímenes distintos, pero que deben estar unidos ante esta tragedia de dimensiones históricas.
POR JESÚS ÁNGEL DUARTE
COLABORADOR
@DUARTE_TELLEZ
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