Dentro de una semana cuando todos los estudiantes “regresen a clases” una vez terminado el periodo vacacional de Semana Santa, las escuelas cumplirán ya un mes cerradas para evitar los contagios de COVID-19. A pesar de los importantes esfuerzos de la SEP para lograr la continuidad de los aprendizajes, ahora la tarea recae en estudiantes, docentes, madres, padres y directivos, pero supeditada a sus realidades particulares. Las situaciones han sido variadas, por lo que nos dimos a la tarea de recoger las opiniones de quienes mejor pueden contarlo: las familias y docentes.
El punto de inicio no pudo ser más apresurado. Con un oficio que las autoridades federales enviaron a las escuelas en el que notificaron del cierre de escuelas, los maestros desarrollaron los planes de trabajo en un par de días y notificaron a las familias mediante avisos pegados en la entrada de la escuela o circulares. Pocos tuvieron la fortuna de convocarlos a juntas para conversar sobre los planes de acción.
Dado que tan sólo 53% de los hogares cuenta con conexión a internet fija o móvil, los medios utilizados por profesores para comunicarse con las familias ha variado desde plataformas digitales, redes sociales, páginas web, correo electrónico, SMS, Whatsapp y papelerías. Pero también tristemente, hay familias que reportan nula comunicación con sus docentes desde el 20 de marzo. Además, aunque la oferta de materiales educativos incluye libros, cuadernillos de trabajo, ejercicios, videojuegos educativos, videos y videollamadas, su uso también depende de cada contexto.
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El mayor reto que estas primeras semanas han tenido que enfrentar las familias es lograr que sus hijos reciban retroalimentación y explicaciones oportunas para comprender los temas previstos en las guías, pues no todos los padres y madres dominan los contenidos, ni todos los estudiantes realizan videollamadas con sus compañeros y maestros. Incluso hay quienes recibieron la instrucción de llegar hasta cierta página y resolver dudas en internet por su cuenta, o esperar el regreso a la escuela para entregar tareas y resolver dudas. Además, la edad también es un determinante para realizar clases vía remota, pues los más pequeños no logran estar frente a una pantalla con varias personas a la vez por un periodo prolongado.
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Es evidente que la improvisación ha sido una realidad para muchas comunidades escolares. Pero ante la eventual extensión de la emergencia, es necesario que las autoridades educativas estructuren mejor sus estrategias de aprendizaje fuera de la escuela para apoyar la labor sobrehumana que tanto estudiantes y familias, como docentes y directivos realizan cada día para responder al sinfín de retos derivados de la crisis, pues los tiempos extraordinarios requieren medidas extraordinarias para cada persona.
POR GABRIELA ANZO
INVESTIGADORA DE MEXICANOS PRIMERO
@GABRIELAANZO
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