Este es un tiempo de preguntas, de dudas, de incertidumbre. Sin embargo, empiezan a aflorar respuestas —aún no médicas, pero ya económicas y sociales— interesantes. España ha anunciado que trabaja en una renta mínima universal, algo que habíamos pronosticado se implementará en muchos lugares del mundo.
El martes, Shinzo Abe, el primer ministro de Japón, anunció un mes de estado de emergencia y un ambicioso programa económico para reactivar la tercera economía mundial. Si bien no puede promover una cuarentena total, como Francia o España, ha encargado a los gobernadores de las regiones la implementación de la autocontención: jishuku. Pero lo destacable es que el estímulo económico propuesto por Abe, del tamaño de 20% del PIB de Japón.
Le bastó tener cuatro mil casos de infección por COVID-19 y poco más de 90 muertos para considerar medidas complejas, duras y esenciales, aun con la obligación de cambiar primero las leyes para poder declarar una emergencia, aun cuando el régimen parlamentario japonés acota al primer ministro. ¿Por qué en otros lugares tardamos tanto?
Los países de lo que hoy llamamos el sur global la van a tener más difícil. Como el economista Anwar Shaikh ha dicho, para nosotros pareciera que las naciones hegemónicas tuvieran un plan, pero en realidad las presiones del mercado escapan a su control. Esta pandemia no sólo nos ha hecho pensar cuánto estamos de interconectados, sino cuánto dependemos de otros en el sistema económico y político.
La creación de ganancia y la competencia de capitales sí están interconectadas y aun cuando el Estado intervenga en una menos desigual distribución de la riqueza, la rentabilidad de las empresas es lo que mantiene una economía.
Negar la ayuda a empresarios, particularmente a la pequeña y mediana empresa, es un suicidio económico. Entiendo que en México la economía informal y el empleo precario tienen que protegerse, pero eso puede hacerse con una renta fija universal. Con pagarle a la gente temporalmente para que se quede en casa.
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¿Y mientras tanto, en casa, cada uno de nosotros, cómo sobrevivir al encierro? Creo que la única fórmula consiste en la compartimentalización de la vida. No podemos estar en cuarentena y además pensar que nuestra vida es un continuo intentar “cumplir” con pequeñas cuotas de tareas. Algunas mínimas: cocinar, lavar trastes, mantener un estado, aunque frágil, de orden y estructura. Otras más complejas pero esenciales, ligadas a nuestro trabajo afuera, terminar pequeños proyectos.
En los últimos días he decidido, como parte de esto, releer La plaga, de Albert Camus. El recuento ficcional de una peste en Orán, en el norte de África, no deja de ser profundamente personal, como todo lo escrito por Camus.
Lo que más me impacta es cómo su autor insiste en colocar la responsabilidad moral individual en el centro de todas las decisiones públicas. Lo heroico, para Camus, consiste en gente ordinaria realizando empresas extraordinarias por simple decencia. “La única manera de contener la plaga —escribe— es la decencia”, por ejemplo, la simple, la de quedarse en casa y no propagar la enfermedad, la de contribuir voluntariamente al bienestar de los demás. Creo que hoy estamos aprendiendo la lección.
POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU
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