La cuarentena absoluta o relativa, forzada o voluntaria, que guardamos millones de mexicanos como medida para evitar la propagación de la pandemia del coronavirus, ha generado un nuevo escenario de reflexión ciudadana que desde el aislamiento social observa, con mayor detenimiento, las particularidades de la acción u omisión del gobierno de la 4T, en contraste con la actuación de los gobiernos de otros países; y ha permitido observar otros escenarios críticos por los que atraviesa la República.
Se ha podido percibir con claridad que la crisis por COVID-19 se presenta acompañada de otras crisis, como la financiera, generada por la falta de inversión nacional y externa, lo que resulta en perspectivas negativas de crecimiento; la grave devaluación del peso, la caída de los precios del petróleo, derivan en otra crisis en materia de finanzas públicas que, prácticamente, hacen inviable el proyecto de política social de la 4T, y avizoran un horizonte de crisis económica de consecuencias mayúsculas.
En ese contexto, el fantasma de una nueva epidemia recorre la nación, e impacta en el cuerpo social de México: la desconfianza ciudadana frente a un gobierno que se ha mostrado incapaz, inexperto, irresponsable, insensible, desconectado de la realidad y enfermo de soberbia, autosuficiente frente a los graves problemas nacionales. Los síntomas de esta nueva epidemia son la incertidumbre, el desconcierto, el temor, el coraje cívico, la decepción y la desesperación frente a la inseguridad de todo tipo que se avizora en el horizonte.
No es para menos, porque la actitud y reacciones del gobierno que encabeza Morena ha sido la principal fuente de contagio de la epidemia de la desconfianza. Un gobierno que frente a la crisis de seguridad presenta como solución el perdón a los delincuentes, con la receta de “abrazos, no balazos”; que frente a la crisis de desabasto de medicamentos responsabiliza a los conservadores, y no admite su propia impericia; que frente a los reclamos y causas de las mujeres les responde con indiferencia; que frente a la pandemia del coronavirus finge demencia y presenta como solución el uso de estampitas religiosas o amuletos, y afirma que basta con la “autoridad moral” para vencer todos los peligros de la nueva enfermedad; un gobierno así agota, en muy poco tiempo, el capital de confianza que le otorgó el voto popular.
La pérdida de la confianza ciudadana en el gobierno es una grave enfermedad social, que sólo encontrará cura en la acción organizada de la sociedad civil, que deberá quedar inmune a los hechizos políticos de la demagogia populista y a los encantos de los salvadores con playera partidista de vieja confección. El proceso electoral federal y local de 2021 será la cama en la que Morena sufrirá la penitencia por sus pecados de acción y omisión política. En los meses por venir habremos de presenciar la evolución y el destino electoral de la epidemia de desconfianza ciudadana que podrá encontrar remedio en los nuevos partidos políticos o potenciará la figura de las candidaturas independientes.
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POR JOSÉ ENCARNACIÓN ALFARO CAZARES
COLABORADOR
@JOSEEALFARO