El senador Bernie Sanders parece determinado a seguir su lucha por la nominación presidencial demócrata por lo menos otros dos meses, pero la izquierda dentro y fuera del partido parece más interesada en cómo aprovechar el impulso recibido de su candidatura.
En 2016 Sanders se afilió al Partido Demócrata, con el que estuvo aliado por años como diputado, primero, y senador, después, para encabezar lo que fue de hecho una rebelión contra lo que se presentaba como la inevitabilidad de la candidatura de Hillary Rodham Clinton.
Sanders disputó la nominación ese año hasta la convención nacional nominativa y algunos de sus partidarios se rehusaron a votar por Rodham Clinton, que ganó el voto popular, pero perdió la Presidencia en el Colegio Electoral.
Sanders se convirtió en un abanderado de la izquierda estadounidense –que en conjunto es más cercana a la social democracia europea que al "izquierdismo" latinoamericano–, y en 2019 volvió a plantear su candidatura, con el entusiasmo de un sector, pero con el escepticismo –y rechazo– de gran parte de los demócratas y de los independientes .
La oferta electoral de Bernie Sanders incluye propuestas como salud universal y eliminación de deudas por estudios superiores que atraen a jóvenes universitarios y sectores urbanos, pero que son vistos como "irreales" en Estados Unidos.
La situación de Sanders es complicada simplemente porque para mantener el apoyo de la izquierda debe mantener un tipo de retórica, propuestas y actitudes que limitan su atractivo entre sectores estadounidenses más amplios.
Su renuencia a hacer compromisos y concesiones en algunos puntos lo hace al mismo tiempo verse como rígido.
Y en un país donde el sistema político está basado en el juego de negociación, ese es un negativo, máxime cuando la izquierda, como tal, se encuentra en una desventaja considerable: se le puede definir como 15 por ciento de los demócratas, que a su vez son 27 por ciento de los estadounidenses.
Sanders parece ahora energizado por la situación creada en el país por la pandemia de COVID-19 y parece creer que le reabre la puerta a una nominación que a principios de marzo parecía perdida. Sin embargo, también llevó a la izquierda estadounidense, o una parte significativa de ella, a contemplar las cosas de otra forma y buscar la manera de permanecer e influir en el juego político.
El modelo es el "Tea Party", el movimiento de derecha que aprovechó la crisis económica del 2008-09 para apoderarse literalmente del Partido Republicano y remodelarlo.
La pandemia de COVID-19 y los problemas económicos que la acompañan parecen una oportunidad perfecta. Las próximas semanas, quizás meses de encierro y continua crisis, pueden ayudar a sensibilizar a los votantes estadounidenses y convertir al movimiento de izquierda de un jugador marginal a un elemento central en la coalición demócrata.
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POR JOSÈ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@CARRENOJOSE1
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