Para muchos, los recientes reajustes de la tasa de interés de referencia de fondos federales de EU ha sido una sorpresa por dos razones: por un lado, si bien los mercados estimaban que se reduciría, no se esperaba que se hiciera tan pronto y, por el otro, tampoco se preveía que primero fuera del orden de 50 puntos base, la mayor reducción desde 2008, y unos días después de un punto adicional que la lleva a un rango de entre 0 y 0.25%, afectando severamente a los mercados internacionales de divisas.
Muchos están de acuerdo, como lo ha manifestado el presidente de la Reserva Federal de EU, que la reducción de tasas busca ser una respuesta directa y oportuna ante la pandemia por coronavirus que ha generado una gran incertidumbre a nivel mundial y, por tanto, una menor actividad económica. Quizás lo más grave de esta situación es que al momento se desconoce a ciencia cierta un antídoto para controlarla y, por tanto, su duración, lo que produce efectos multiplicadores inversos, interrumpiendo el encadenamiento de un sinnúmero de procesos productivos a nivel internacional.
Por lo pronto, la reducción de la tasa de referencia y la pandemia han causado una gran caída del mercado accionario a nivel mundial, lo que genera negativos augurios que se suman a la desaceleración económica de los últimos años a raíz, principalmente, de las medidas restrictivas al comercio internacional impuestas por la administración de Donald Trump.
Otros analistas, más de corte político que económico, han señalado que más bien el tema del coronavirus se ha tomado como pretexto coyuntural (muy valido) para reducir las tasas, ya que en realidad desde hace muchos meses Trump había venido presionando a la autoridad monetaria para que lo hiciera, teniendo en mente que ello puede contribuir a prolongar el positivo desempeño de la economía norteamericana, al permitir hacer rentables una mayor cantidad de proyectos de inversión, con lo que se estimula la actividad económica, el empleo, los salarios, el consumo y, por ende (no muy válido) satisfacer las ansias populistas de Trump por hacer crecer el número de votos que puede obtener en las elecciones de noviembre que lo llevarían a un segundo periodo presidencial.
Para México, la reducción de la tasa de EU generó una fuerte presión al ala institucional de la Junta de Gobierno de Banxico que derivó en una reducción adicional de 50 puntos base, a la del 13 de febrero, para arribar a una tasa de referencia de 6.5%.
Lo anterior, sin embargo, tiene sus bemoles, pues un nuevo reajuste podría no sólo desincentivar flujos de capitales del extranjero hacia el país, sino su salida, como ha estado ocurriendo en los últimos días, lo que ha ocasionado un descalabro mayor en el tipo de cambio del peso, que ha llegado a más de 25 pesos, es decir, una depreciación de alrededor de 30% en tan sólo unos días, lo que repercutirá en niveles de inflación mucho mayores a los proyectados como objetivo (+3/-1%) por Banxico, desestabilizando los sanos indicadores macroeconómicos de que tanto se ha hecho gala en los últimos tiempos.
La mayor inflación que vendrá en los próximos meses habrá de perjudicar seriamente la situación estructural de la economía mexicana, donde una de los grandes interrogantes será entre decidir qué es mejor: apoyar a la planta productiva nacional, principal generadora de empleo, ingresos y divisas, o seguir promoviendo programas asistencialistas y proyectos cuya viabilidad económica en la coyuntura actual no es aprobatoria.
En contraposición a las medidas adoptadas, analistas nacionales han señalado que ante los acontecimientos actuales y la situación económica interna de incertidumbre creciente que vivimos, la cual se agrava con la cancelación del proyecto cervecero Constellation en Baja California, hubiera sido aconsejable, más que una reducción, el mantenimiento de la tasa de referencia, a fin de atraer un mayor flujo de capital y dar mayor estabilidad al peso, evitando un mayor colapso económico. [nota_relacionada id=930022]
POR AGUSTÍN GARCÍA VILLA
ANALISTA ECONÓMICO
ORBE@HERALDODEMEXICO.COM.MX
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