“Sabia virtud de conocer el tiempo”, escribió Renato Leduc en un intento por valorar lo que importa en la vida. Esta es la pregunta que nos hacemos todos los seres humanos sobre la utilización de los distintos momentos de nuestra existencia y sí éstos fueron bien utilizados o no. Pero cuando elevamos este principio a la toma de decisiones que afectan a millones de personas, la valoración del tiempo adquiere una dimensión superior.
¿Cuándo aislarse, cuándo cerrar la economía y paralizar el país para evitar un contagio masivo?, es una decisión sumamente difícil de tomar por el daño que causa en uno u otro sentido. Si se anticipan los cierres se dice, se enviará a millones de personas a un confinamiento sin recursos materiales para soportarlo, por lo que será imposible mantenerlos así antes de que salgan desesperadamente a obtener artículos de primera necesidad por cualquier medio.
Si por otro lado se espera a que los casos de infectados avancen hasta determinado punto donde se considere imposible mantener actividades productivas, la dispersión del virus ocasionará el colapso del sistema de salud y el cierre de actividades será más profundo y prolongado que el que se hubiese realizado como medida de prevención.
Tanto los Estados Unidos como España y en mayor medida Italia, optaron por el primer modelo. Supusieron que el virus era controlable y el contagio en la mayoría de la población favorecería la aparición de anticuerpos capaces de hacer disminuir la tendencia alcista. El cálculo fue erróneo. La velocidad del contagio y la letalidad de la enfermedad sobrepasaron cualquier predicción, por lo que el segundo escenario se presenta como el único viable.
Cuesta más barato en términos de vidas, salud, y recursos materiales adelantar medidas de prevención y aislamiento, que atrasar algo que una vez sin control termina arrasándolo todo: vidas, patrimonio y estabilidad económica. Las consecuencias de una población azotada por el virus son mucho peores que los costos de paralizar el país antes de que el virus se esparza por todo el territorio.
El ejemplo sudcoreano o el alemán así lo demuestran. En México, con más de la mitad de la población económicamente activa en la informalidad, la posibilidad de brindar apoyo material y en salud a este amplio segmento de la sociedad es prácticamente imposible. No sabemos dónde están y ahora además, tras la desaparición del Seguro Popular, su acceso a los servicios médicos es imposible.El tiempo es hoy el principal recurso a utilizar para aislar y contener la pandemia en México.
Éste se acaba rápidamente y no se repone con estampitas o argumentos simplistas que pretenden convertir a nuestro país en un planeta ajeno al coronavirus asesino.
[nota_relacionada id=934181]POR EZRA SHABOT
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