La otra cara del COVID-19 se llama depresión económica. La pandemia paralizó la economía del planeta en pocas semanas; el obligado aislamiento, el parar de golpe la globalización, regresar a casa y el no viajar ni moverte generaron incertidumbre, y calcular su dimensión resulta en la súbita contracción de la economía. Puedes tener ingresos o ahorro, pero no tienes razones para consumir; ese escenario es la suma de todos los miedos de las economías modernas, cuando el consumo cae y lo hace como ahora.
Las empresas se enfrentan al dilema más complejo. Lo que produces es lo que se consumirá, por lo que debes hacerlo en tiempo real y asegurar tus cadenas de suministro. El asunto está en la capacidad de pagos del ciclo de valor agregado de la economía; el que no tiene liquidez se enfrentará a lo peor, mientras que el que tiene recursos buscará aumentar su financiamiento para sobrevivir.
La nueva economía de las empresas, en tiempo real, implica que los factores de la producción no pueden ser rígidos, y ahí vendrá el mayor riesgo: la pérdida del empleo formal. El ajuste que se haga en las siguientes semanas, en México y el mundo, podría llevarnos a tener el abril con mayor pérdida de empleo en la historia moderna. Esta circunstancia es la más grave de la pandemia por sus implicaciones económicas; empresas quebrarán, otras se transformarán o unirán y muchas desaparecerán como las conocemos.
Detrás de este hecho, la pérdida del empleo se convertirá en pobreza y precariedad para miles de millones en el planeta. Por ello, a través del diálogo social tripartito, empresas, sindicatos y gobierno deben establecer un nuevo pacto para soportar la inminente crisis. La pausa en el consumo y la esperanza de superar la etapa de contagios implican que todos tendremos algo que perder, pero esas pérdidas deben ser proporcionales: las empresas tendrán que asumir las propias, sus ejecutivos menores salarios y los trabajadores condiciones laborales de emergencia.
En ese sentido, el gobierno debe determinar inmediatamente un plan de acción, para que tanto los impuestos como las condiciones laborales especiales por la crisis sanitaria sean el piso del panorama en las semanas por venir. La inacción simplemente resultará en niveles inéditos de destrucción de valor y empleos. Aplicar puntos suspensivos a la economía debe ser la manera de reconocer que el ciclo económico no tiene ahora capacidad de persistir.
Entonces, con imaginación y diálogo, tenemos que tejer la red que nos permita detener la caída y preparar el rebote. Eso sólo se logrará si todas las partes dialogan y claro, si el gobierno reconoce que, si no actúa, estaremos por enfrentar la peor crisis de la historia. Al final, los países que salgan adelante serán los que encuentren la mejor fórmula para aminorar la caída y preparar un nuevo despegue. No hay espacio para dejar pasa.
[nota_relacionada id=933848]POR JAVIER GARCÍA BEJOS
COLABORADOR
@JGARCIABEJOS
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