Los funcionarios que forman el gobierno de la 4T no atinan a desentrañar un instrumento fundamental en su relación con la sociedad: La Comunicación. No saben lo que es, no valoran su utilidad o simplemente no saben utilizar sus complejos mecanismos. En esto no hay quien se salve.
Desde el presidente de la República hasta el más modesto de sus funcionarios, acaban tropezándose con el muro infranqueable de la comunicación; peor aún, todos se mueven en ese terreno con increíble ignorancia y torpeza. No acaban de darse cuenta de que uno es el mundo de sus actividades privadas -- aunque estas se refieren a tareas institucionales--, y otro es el universo de sus acciones políticas, que creen con ingenuidad que pueden estar siempre ocultas. Y uno más, quizá el más importante de los escenarios es el que ofrecen los medios y que, finalmente, es el mundo que se construye y se destruye a diario con informaciones, opiniones, comentarios y críticas de los comunicadores y, por supuesto de los propios políticos. Y la que al final de cuentas prevalece en términos de opinión pública, les guste o no, es la que se conforma en los medios.
¿Con frecuencia los medios construyen simples percepciones? Si, por supuesto, pero sucede que esas “percepciones” calan tan hondo en la sociedad que se transforman en “realidades”, ante las cuales el gobierno no ha tenido respuesta ni defensa posible. Ni la tendrá.
Quienes desde hace varias décadas ejercemos el oficio del periodismo, observamos que el resultado natural de los excesos cometidos en las conferencias mañaneras ha sido: Más palabras, menos comunicación. De modo paradójico, la sobre abundancia de la información, que él presidente Andrés Manuel López Obrador llama comunicación, ha propiciado la incomunicación. Y nadie puede negar que los gobernados se han alejado más de su gobernante y estos han quedado aislados.
Y ayer quedó confirmado, cuando utilizó más de 20 minutos para anunciar la fase 2 para enfrentar al Coronavirus; habló del Tren Maya, de la refinería en Dos Bocas, del Aeropuerto de Santa Lucía, de la corrupción; presumió que la secretaría de Hacienda tiene 400 mil millones de pesos en la caja; que habrá créditos sin intereses o a tasas muy bajas para los mirochangarros… muchas vueltas y nunca pudo aterrizar el mensaje contundente y preciso.
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Le urge al gobierno federal desarrollar una cultura oficial de la de comunicación y no depender exclusivamente de las encuestas para medir la popularidad del presidente, que por cierto va en picada. La popularidad puede ser útil para lograr varias cosas, pero entre ellas no se encuentra gobernar.
¿Qué sigue en la comunicación gubernamental? Imposible saberlo. Lo que sí sabemos es que debería de seguir la aceptación oficial de que el gobierno está aislado de la sociedad, y de que la incomunicación es su responsabilidad exclusiva e intransferible.
POR LUIS SOTO
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