El falso dilema

En el gobierno de EU, Anthony Fauci se ha convertido en el máximo experto en salud pública. Es el director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas desde 1984, y referente de certeza para la población en un momento de angustia. Desde su llegada al Instituto, ha encabezado la investigación sobre Ébola, VIH, SARS y el MERS, lo que lo acredita para hablar sobre COVID-19; hoy forma parte del equipo especial del gobierno para la atención de la pandemia.

Cuando se le ha preguntado qué debe hacer el gobierno, su respuesta ha sido contundente: “Si crees que estás haciendo demasiado, entonces estás haciendo lo correcto”. Fauci lleva meses insistiendo en que el gobierno federal tome medidas restrictivas más severas y ha elogiado a los gobiernos locales que lo han hecho, como Nueva York y California

El presidente Trump parece no coincidir.

El lunes por la noche declaró que “EU no ha sido construido para cerrarse”, y que no permitirá “que la cura sea peor que el problema”. Aseguró que el país se reabriría mucho antes de los tres meses vaticinados por los especialistas.

Hace unas semanas, Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido, sugería algo similar. No detendría la economía por la epidemia, ni harían un esfuerzo mayúsculo por hacer pruebas a todas las personas sospechosas. Sólo les pedirían a los miembros de poblaciones en riesgo quedarse en su casa, y a quienes tuvieran síntomas, autoaislarse

Las pruebas estarían disponibles únicamente para las personas hospitalizadas. Días después, el 14 de marzo, el gobierno tuvo que recular en su estrategia e implementar las medidas que había rechazado, tras ver crecer el número de contagios.

Priorizar salud o estabilidad económica es una falsa dicotomía, pues están estrechamente vinculadas. Si no se toman medidas restrictivas hoy, los efectos económicos y en salud serán mucho peores en unas semanas, cuando sea más costoso y tome más tiempo aplanar la curva de crecimiento de la enfermedad.

Ningún presidente quiere tomar este tipo de decisiones. No es fácil para un Jefe de Estado anunciar a la población que su empleo está en riesgo, que perderán inversiones y que probablemente tomará años recuperarse. Sin embargo, es en esas decisiones cuando se mide el liderazgo de un presidente.

Anunciar programas sociales en tiempo de bonanza no requiere valor. Hoy se requieren Jefes de Estado que dejen de hacer cálculos políticos, que asuman con responsabilidad el terrible momento que estamos atravesando y que tomen esas decisiones costosas, las que no generan votos ni aumentan puntos de popularidad. Las decisiones que ponen en el centro a las personas. Ésas por las que están en el cargo: las que pueden salvar vidas.

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POR FERNANDA CASO
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