“La historia no se repite, pero sí podemos aprender de ella”.
Timothy Snyder
Los acontecimientos se han sucedido rápidamente y el implacable avance de la pandemia por Coronavirus ha generado todo tipo de reacciones en el mundo. Y ha tomado a jefes de gobierno y sociedades en muy distintas circunstancias.
De entrada una variable inusual ha sido el origen y tránsito de la enfermedad. No surgió en países subdesarrollados, ni en condiciones insalubres. Desde luego, tampoco en países con gobiernos débiles, o en situación de guerra.
Desde el brote en China, su paso por Asia y Europa hasta llegar al continente americano, los países más afectados han sido los del hemisferio norte, con mayor nivel de desarrollo y fortaleza institucional.
Es una pandemia que está colapsando la economía mundial, trastocando cadenas de valor y de producción altamente interdependientes. Algo así como la maldición del mundo globalizado. Frente a ello, parecería que las respuestas nacionalistas fueran las indicadas. El aislamiento y cierre de fronteras siguen siendo las decisiones más socorridas en la lucha por mitigar la velocidad de contagio del virus.
Sin embargo habrá que analizar muy bien las lecciones de esta pandemia, antes de culpar a la globalziación. En un interesante artículo esta semana, el historiador y escritor Noah Harari aborda el tema.
La rápida conclusión de atribuir al mundo interconectado la responsabilidad del COVID-19 choca con la evidencia histórica. Las epidemias forman parte de la historia de la humanidad. En la Edad Media, la peste negra se dispersó desde Asia hasta Europa sin necesidad de aviones o viajes transatlánticos, cobrando la vida de 200 millones de personas. Lo mismo pasó con la viruela en el siglo XVI y, más recientemente, con la Influenza Española que mató a un cuarto de la población mundial en 1918.
Para Harari hay dos lecciones históricas aplicables a la pandemia del Coronavirus.
La primera es que no podemos protegernos permanentemente cerrando las fronteras. Esto es un recurso efectivo de mitigación, más no una garantía futura de contención.
La segunda es que la protección a largo plazo depende de la colaboración y la solidaridad globales; de compartir información e investigaciones confiables que ayuden a otros países a enfrentar las contingencias y prevenir brotes futuros. La cooperación internacional se necesita incluso para lograr aislamientos eficientes. Incluso el cierre de fronteras requiere de acuerdos entre los países involucrados.
La humanidad no puede escapar de las epidemias. Pero con el desarrollo de las comunicaciones y de la información, estamos mejor preparados como especie para enfrentarlas. Como dice Harari, la lección más importante es que la dispersión de una epidemia en cualquier país, pone en riesgo al resto de la humanidad. Y los problemas globales requieren soluciones globales.
[nota_relacionada id=922848 ]
POR VERÓNICA ORTIZ
VORTIZORTEGA@HOTMAIL.COM
@VERONICAORTIZO
lctl