Las grandes crisis despiertan grandes liderazgos, y junto con los grandes liderazgos, grandes momentos del lenguaje: es imposible concebir lo uno sin lo otro. Sí, Churchill, con esas arengas contra el nazismo. Sí, las frases que se le adjudican a Lincoln. Nuestro Benemérito y lo del respeto al derecho ajeno. Bien, la crisis planetaria actual, resultado del coronavirus y la guerra petrolera, ha traído varios momentos de esos que se suelen clasificar como “para la posteridad”.
El presidente español Pedro Sánchez, por ejemplo, se destapó con un tuit de alcurnia, uno de esos que parecen mirar serena pero firmemente al futuro:
“Nuestro mundo cambiará después de esto. Tenemos la tarea de reconstruir. Se han destruido vínculos, sistemas que nos protegían, servicios desmantelados que hoy todos echamos de menos. Es una crisis temporal, pero sus enseñanzas están aquí para quedarse”.
¿Envidia? Ni una poca.
Aquí tenemos al creador de “quen pompó” como respuesta a los feminicidios, y de un hombre así no podíamos sino esperar que vinculara la pandemia a la corrupción y volviera a esa palabra tan suya: “fuchi”.
El presidente francés, Emanuel Macron, decidió que, dada la crisis económica, se suspenden pagos de impuestos para empresas, así como de las facturas del agua y la luz, por ejemplo, para ayudar a la ciudadanía.
Aparte, dijo: “Lo que ha revelado esta pandemia es que la salud gratuita, nuestro estado de bienestar, son bienes preciosos, que deben estar fuera de las leyes del mercado”.
¿Nuestro líder?: “Porque pus es hasta lamentable, ¿no?, que quieran que nos infectemos.
“Yo estoy deseando que eso no pase, pues. Pero los conservadores quisieran para echarnos la culpa de todo”.
Desde luego, sería injusto olvidar a Angela Merkel.
Dijo la canciller alemana: “Debemos demostrar, incluso cuando nunca antes hemos vivido algo así, que podemos actuar con corazón y cabeza y así salvar vidas”.
También: “Desde la reunificación alemana, no, desde la II Guerra Mundial no ha habido un desafío en nuestro país que dependa tanto de nuestra actuación común y solidaria”.
Aceptemos que no está mal. Pero el Presidente le dio una lección retórica.
Congruentemente con su espiritualidad más íntima, podía haber acuñado aforismos como:
“El gel antibacterial es la baba del diablo” o “El COVID-19 fue enviado por el Creador para acabar con los conservadores. Mantente fiel a la 4T y serás salvo”.
Y casi. Lo que dijo fue “Detente, enemigo./ El corazón de Jesús está conmigo”, luego de que –en la semana en que chinos y alemanes anunciaron que están probando una vacuna– enseñó esas estampitas religiosas.
Se las da el pueblo bueno, al que abraza y babea el cachete porque es incontagiable: lo inmuniza la fuerza moral de su líder.
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POR JULIO PATÁN
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