La llegada del Coronavirus nos tomó por sorpresa. Apenas el 31 diciembre del 2019, se notificó por primera vez de esta nueva versión del virus. En enero 2020, la enfermedad se había concentrado en China. El 11 de marzo del 2020, tan solo 71 días después, su dispersión en el mundo había alcanzado tal magnitud que se declaró una pandemia.
La rápida propagación del COVID-19 no es de extrañar, así como el fenómeno de globalización ha permitido el intercambio constante de bienes, servicios e información de un lado a otro del planeta, lo mismo pasa con las enfermedades.
Esta nueva pandemia llegó con una enseñanza: las enfermedades también se han vuelto exponenciales. Bastó con una persona contagiándose para llevarlo al resto del planeta. Solo pensar en el flujo diario de viajeros internacionales basta para explicarse el rápido nivel de contagio.
La mejor forma de combatir este obstáculo es con una respuesta de la misma magnitud; a problemas exponenciales, soluciones exponenciales. Las soluciones deben surgir de los diversos sectores de la población, involucrando a la colectividad en lo más urgente: detener de golpe la propagación.
De momento, la detección del coronavirus se realiza de manera lineal: caso por caso, mientras que el contagio es exponencial: la OMS calcula que la tasa de contagio del virus se encuentra cercana a 3, es decir, que un individuo contagiado tiene el potencial de infectar hasta tres personas más. Para controlar una epidemia o pandemia, esta cifra debe convertirse en menor a 1, llevando al mínimo el potencial de contagio.
Nos encontramos ante un punto de inflexión: los modelos previos para combatir enfermedades de manera lineal han quedado obsoletos, el COVID-19 nos lo ha recordado. Es momento de innovar, de generar disrupción que permita combatirla de manera digital y descentralizada, ya sea a través de pruebas digitales, información en tiempo real disponible para cualquier persona desde cualquier lugar y herramientas de prevención que permitan a los ciudadanos de todo el mundo tomar acciones pertinentes basadas en decisiones informadas.
Como ciudadanos del mundo, es nuestra responsabilidad ser asertivos frente a esta situación para, desde nuestros alcances, contribuir a generar una solución exponencial que detenga el avance de esta enfermedad que, a la fecha, ha superado las 7,000 muertes en todo el mundo.
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