Cierre los ojos e imagine la siguiente escena. Carpas color rosa detenidas por algunas cuerdas y palos improvisados o en otros casos por estructuras metálicas ligeras, que simulan un local (realmente, un puesto de la calle).
Dentro de estas oficinas móviles, encontramos letreros que ofrecen desde copias (sí, maravillosamente cuentan con luz para la copiadora), USBs, folders, encendedores, cigarros sueltos y un sinfín de productos más. No falta la habilidad de los comerciantes que, entre gritos de “pásele pásele, aquí está más vara, y güerita güerito”, pelean a los clientes cautivos que todos los días pasan por ahí.
En esta misma escena, también existen puestecitos de comida en donde policías, burócratas y otras personas consumen sus sagrados alimentos, conviviendo bajo la premisa que ante al taco, todos somos iguales. Frente a estos folklóricos puestos que ofrecen múltiples servicios, se encuentra una oficina gubernamental dedicada a recaudar impuestos.
Ahora, abra los ojos. La misma escena la puede encontrar en el sur de la Ciudad de México, en una de las oficinas del SAT que se encuentra en la calle de San Lorenzo, en la alcaldía Xochimilco.
[nota_relacionada id=920323]Vaya paradoja que refleja la realidad mexicana: formalidad e informalidad conviven de la manera más normal; la autoridad contradiciendo una de sus funciones básicas: el respeto de la ley. Pero eso no es lo más lamentable de este asunto; lo más grave es que asumimos irracionalmente que este tipo de prácticas es parte de nuestra cultura y de nuestra esencia como mexicanos.
Al contribuyente de clase media, principalmente, no se le perdona un día de retraso en su pago de impuestos y la carga cada vez es mayor, insostenible; me pregunto si lo mismo hará nuestro gobierno con estas rémoras del sistema que viven a expensas de la ley y generan un círculo vicioso muy negativo para la sociedad. Ya no hablemos de la corrupción que ello causa. La ley debe aplicarse por igual para todos, sin excepción.
¿Cómo incide la falta de la aplicación de la ley en el país y cómo esto afecta a México en el plano internacional? ¿Puede una cultura de la ilegalidad atraer la confianza de los inversionistas y proteger sus garantías? ¿Consideramos que verdaderamente no podemos cambiar nuestros peores vicios como sociedad?
México se está quedando atrás como jugador en el orden mundial, pues no somos los verdaderos tomadores de decisiones dentro del escenario global, y cada vez lo palpamos y lo resentimos más. No hemos sido capaces de reflexionar sobre nuestros errores y corregirlos, evolucionar como país. No, por una parte el gobierno se hace de la vista gorda y no ataca estos problemas estructurales de raíz, a través de la educación de las nuevas generaciones. Por el otro, la falta de responsabilidad de algunos empresarios, que caen en este mismo juego cínico, nos da como resultado que nadie tiene un compromiso auténtico con México. Vaya que hacen falta patriotas de aquellos que sin atamientos ni cobardías amaban la patria y hacían por ella lo correcto.
Hace tiempo, un amigo estadounidense me platicaba que el problema del México mágico era más simple de lo que lo veíamos, al menos en principio. En su país, la ley no es negociable (en general y considerando la solidez de sus instituciones), pero en nuestro país la ley se negocia según el caso. Si eso cambia de fondo, daremos un primer paso a la transformación…a la verdadera transformación.
¿Será? [nota_relacionada id=920649]
POR CARLOS M. LÓPEZ PORTILLO MALTOS
ASOCIADO COMEXI
@CHARLPMALTOS
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