El aislamiento

El COVID-19 demuestra que la falta de apertura a lo global puede ser fatídica

Una de las aspiraciones del modelo de globalización fue conseguir la coordinación de los mercados, la producción y la complementación de las economías de manera tal que la libre circulación de capitales, mercancías y personas rompiese con las distorsiones provocadas por el proteccionismo sustentado en nacionalismos que terminaron por masacrar una y otra vez a millones de personas durante el siglo XX.

La política de intentar separarse del resto del mundo bajo el principio de que mi país es primero que los demás -America First-, no solamente desemboca en conflictos bélicos permanentes, sino que conduce a un aislamiento de las naciones que culmina en la cerrazón, el ostracismo, y la falta de contacto con la realidad global.

Los intentos de retroceder en la historia en este siglo XXI, ejemplificados en el Brexit, Donald Trump, los nacionalismos extremos en Europa, y los populismos latinoamericanos, han logrado romper el esquema de coordinación que se había logrado construir desde el fin de la guerra fría y durante todo un cuarto de siglo.

Cada gobierno proteccionista o distanciado de la globalización política y cultural, fue generando una desconexión del resto del planeta, que en el momento de la crisis sanitaria se mostró fehacientemente.

Y así nos llegó el coronavirus, ocultado por la dictadura china, menospreciado por el gobierno de Trump desinteresado por conocer lo que pasaba realmente en Wuhan, hasta el momento en que el contagio masivo demostró la obsolescencia de ese mundo desconectado entre sí, y por ello incapaz de llevar a cabo una acción coordinada para contener el nuevo virus.

De esta forma cada quien decidió cómo y a qué hora tomar medidas adecuadas para prevenir y combatir la enfermedad.

El COVID-19 circula a través de un sistema globalizado, donde muchos de sus miembros están desprotegidos por carecer de instrumentos de coordinación regional o mundial que les permitan enfrentar la emergencia sanitaria.

Y en medio de esto, se presentan los liderazgos irresponsables que insisten en negar la gravedad de la situación, o que suponen poder resolver el problema únicamente con recursos propios y sin atender a la experiencia de otros más capacitados y preparados.

La tardanza del gobierno mexicano para tomar medidas adecuadas, encaminadas a contener la epidemia, la frivolidad del primer mandatario frente al virus y sus consecuencias fatales, así como la ausencia del secretario de Salud al frente de una emergencia de esta magnitud, pueden significar el fin del proyecto político de la 4T.

Al igual que Trump, López Obrador puede encontrar en la crisis del coronavirus al verdadero enemigo de su proyecto de transformación, más letal que los conservadores o la mafia del poder. Aunque él no lo crea.

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POR EZRA SHABOT
EZSHABOT@YAHOO.COM.MX
@EZSHABOT

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