Tan importante, tan irrelevante

Se suspendió el futbol profesional prácticamente en todo el mundo, en estos días no se disputarán partidos, ya ni siquiera a puerta cerrada, vaya, ni siquiera la mayoría de los equipos están entrenando en grupo, los jugadores lo hacen individualmente. Algo muy similar sucede en todos los demás deportes.

¿Alguien puede decir que eso es incorrecto? Probablemente, pero al argumento de “la salud es primero” no le gana nada ni nadie.

Hay cosas que no se pueden suspender, el futbol no es una de ellas.

Los días sin futbol, más bien de los partidos cancelados de fut, incrementan la tristeza, la nostalgia y el temor en estos días de pandemia, distan mucho de ser lo peor de los tiempos que estamos viviendo, sólo colaboran para que estén peor las cosas.

Nos encantaría estar en el estadio rodeados de amigos y compañeros de afición apoyando al equipo de nuestros amores, divirtiéndonos, emocionándonos y olvidándonos de los problemas cotidianos durante 90 minutos, pero ahora no es posible, entristece no saber cuando lo será, pero a final de cuentas, ante el problema que vive el mundo entero son detalles, sólo detalles.

Y aunque la diferencia está en los detalles, todos bien sabemos que ningún juego de futbol se acerca siquiera a la importancia de una sola vida en riesgo por un fortísimo virus.

No, nadie en su sano juicio puede ver en lo que estamos viviendo un tipo de vida ideal. Pero es ésta la única que tenemos, son nuestras circunstancias, y de simplemente sobrevivir o estar con alegría depende en gran parte de la actitud con la que tomemos la realidad.

En estos días es común no poder hacer cosas motivadoras como ir a trabajar o a estudiar, cosas recreativas como ir al teatro o al cine, ni siquiera cosas reconfortantes y enriquecedoras como ir a visitar a los padres. Por ahí entraría no poder ver el futbol, que racionalmente es irrelevante, pero que tiene también un sentido verdaderamente importante.

Quizás la clave está en no concentrarnos en lo que no podemos hacer, y entusiasmarnos ante lo que sí podemos, que a final de cuentas son muchas cosas que nos deben de alegrar y hacer crecer en mente y espíritu.

La breve nostalgia por no tener futbol se debe transformar en esperanza de que pronto lo recuperaremos, al igual que tantas cosas que actualmente no están, pero que con esfuerzo y unidad regresarán.

Nos va a costar un esfuerzo considerable regresar a las cosas que amamos, pero vale la pena. Y entonces seguramente valoremos más aspectos que antes nos parecían comunes, pero que en realidad son excepcionales, como disfrutar de un juego de futbol.

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POR PONCHO VERA
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