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México ventrílocuo

Gracias a padres y maestros, a gobiernos y empresas, tenemos más estudiantes y titulados

OPINIÓN

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Nunca en nuestra historia, desde el sabio y prudente Acamapichtli en 1376, hasta hoy, habían existido tantos jóvenes en este territorio. Y gracias al esfuerzo de los padres y maestros, de los gobiernos y de las empresas privadas, laicas y religiosas, tenemos más estudiantes y titulados que nunca y, también para fortuna y alegría nuestra, prácticamente no hay obrero, campesino o laborante alguno, mujer u hombre, que no haya pasado por alguna escuela primaria para obtener algo de educación básica.

No es suficiente, cierto, pero es un engranaje importantísimo si lo consideramos como capital humano, como fuerza social o como turbina para un nuevo concepto de desarrollo integral. Son millones de jóvenes, con un celular en mano, es decir, con internet portátil, con música, enciclopedias infinitas, juegos sofisticados y comunicación con quien se les da la gana. Una verdadera maravilla. Obviamente con sus riesgos, pero cuándo no ha sido así.

Ésa es nuestra fortaleza demográfica; otra es nuestra superficie de 5 millones de Km2, tres de mar y dos de tierra firme, con 11 mil km de costas, 4 mil kilómetros de fronteras y nuestros “recursos naturales” son como para corroer con discolería a cualquiera, bueno, ni siquiera los menciono de manera específica, pero usted culta y sagaz lectora sabe lo que tenemos.

No echemos las campanas al vuelo, tenemos problemones tamaño caguama (con todo respeto, para esos sensacionales y antiquísimos quelonios que tanto aman nuestros Sanchos y santos ventrílocuos). Hay restos de ventriloquía en el arte egipcio y en la arqueología hebrea. Eurycles de Atenas, el primer ventrílocuo del que se tiene noticia, se hizo tan famoso que los ventrílocuos griegos fueron llamados los eurycleides, además de ser conocidos como engastrímanteis, es decir, profetas de la barriga.

Philocorus menciona que también había importantes mujeres ventrílocuas.

(Conozco una en Cabo San Lucas) Entre los pueblos prehispánicos había sacerdotes ventrílocuos, como explican Gutierre Tibón en su maravillosa “Historia del nombre y de la fundación de México” y Daniel Ogden en “Magic, Witchcraft, and Ghosts in the Greek and Roman Worlds: A Sourcebook”. De nada.

Desde luego, los dos flagelos que nos quitan el sueño, el de la pobreza y el de la inseguridad, son los que retardan el que la extraordinaria fuerza de la juventud mexicana florezca como Dios manda.

Pareciera una fatalidad seguir haciendo sacrificios humanos a un Huitzilopochtli intangible y perdemos miles y miles de jóvenes en las espirales y vértigos viscosos de la violencia y el crimen o en la insensibilidad hacia las crueles asimetrías sociales. Estamos hartos de violencia y de pobreza. No me haga mucho caso. Piense.

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POR RAMÓN OJEDA MESTRE
COLABORADOR
@ROJEDAMESTRE1


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