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Puchero de pata

Ingrid tenía 25 años cuando Erik la mató y desolló. Horas después, fotografías del cadáver circulaban en redes sociales

OPINIÓN

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Mientras escribo estas líneas el reloj marca las 4 de la madrugada. No puedo dejar de pensar en la historia que leí horas atrás: Ingrid Escamilla fue brutalmente asesinada y desollada por su pareja, Erik Francisco, aquí en la Ciudad de México. Uno de los hijos del presunto asesino, de 14 años y que padece autismo, fue testigo del homicidio.

Con 25 años, Ingrid había terminado una licenciatura en Administración y una maestría en Turismo. El mundo era de ella. Erick, ingeniero de 46 años y pareja de Escamilla, confesó el crimen en un video que fue filtrado en internet.

—¿Por qué la destazaste? —pregunta uno de los policías.

—Es que no quería que nadie se diera cuenta.

—¿Dónde tiraste las partes?

—Al drenaje —contestó el asesino.

—¿Por qué lo querías ocultar?

—Por vergüenza, miedo.

Horas después, las fotografías de la escena del crimen circulaban en redes sociales. El cadáver yacía boca arriba en el suelo, con lo brazos extendidos, el rostro mutilado era ya irreconocible. Su cabellera manchada de sangre y el cuerpo desollado hasta los huesos. Una bolsa verde al lado y un cuchillo encima del esqueleto. No pude dormir. Por fortuna, hoy esas imágenes son “imposibles” de encontrar.

El lunes en la mañanera, un grupo de valientes reporteras reclamaron al fiscal Gertz Manero sobre su propuesta de reformar el artículo 325 del Código Penal, para que el feminicidio se considere por una sola razón de género, y no por siete. El Presidente, visiblemente molesto, contestó que no quería que el tema de la conferencia fuese el feminicidio y acusó a los medios de manipular y aprovechar cualquier circunstancia para difamar a su gobierno: “¡Guerra sucia!”, sentenció.

El primer año del presidente López Obrador rompió el récord de mujeres asesinadas en nuestro país. Más de mil en 365 días. Aunque no me sorprende la actitud del Presidente hay dos escenarios que me preocupan: el primero es que genuinamente el Presidente crea que los medios en confabulación con sus enemigos (“el borolas”, los Lebarón, la sociedad civil y Callo de Hacha) salen a matar mujeres para después manipular la información y dañar a su gobierno. Este escenario sería catastrófico porque significaría que el Presidente, de buena fe, cree que está haciendo lo correcto, pero existe un complot en su contra. Bajo esta hipótesis: hasta el 1 de diciembre de 2018, los medios sólo reportaban nacimientos de mujeres, no sus asesinatos.

Pero el segundo escenario me preocupa más: el Presidente está consciente de la crisis de seguridad, de los 35 mil muertos de su primer año, de los 2 mil secuestros, de las bodas de narcotraficantes y de los bebés calcinados, pero decide no hacer nada diferente. Decide que esto no será su Ayotzinapa y enfoca toda su atención (y la de su gobierno) en rifas, puentes vacacionales e invitar a gobernadores, deportistas y empresarios a degustar manjares mexicanos en el Palacio Nacional. La investidura se podrá manchar de puchero de pata, pero nunca sangre.

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POR CALLO
JORGEAVILESVAZQUEZ@GMAIL.COM
@CALLODEHACHA


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