ACCESO LIBRE

Diciembre, se asoma el fracaso

Quizá se debe al tradicional fenómeno de la desconfianza de los ciudadanos hacia sus gobernantes que se acrecentó en el peor momento, cuando más falta hace que sean escuchados

OPINIÓN

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Carlos Zuñiga/ Acceso Libre/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: FOTO: Especial

“En la vida las cosas más terribles ocurren en silencio y de manera natural”, dice parte de una de las extraordinarias citas del libro Voces de Chernóbil. La frase me viene a la mente al ver la urgencia con la que algunos gobernadores en México y la Jefa de Gobierno de la capital piden a la población no salir de casa, usar cubrebocas y guardar la sana distancia ante el dramático incremento de contagios por COVID-19. Cosa terrible, la gente los ignora, los hospitales se vuelven a llenar, los médicos y enfermeras no se dan abasto y naturalmente el número de fallecimientos va en aumento.

Algo pasó entre la población mexicana que rápidamente le perdió el miedo a la nueva enfermedad. Pese a que México tiene los primeros lugares debido a muertes y contagios, el mensaje de apremio que gobernantes locales dan no pesa, no cala, no emociona… mucho menos crea conciencia. No es que haya silencio, pero todo el ruido innecesario alrededor de la pandemia genera distorsión. 

Quizá se debe al tradicional fenómeno de la desconfianza de los ciudadanos hacia sus gobernantes que se acrecentó en el peor momento, cuando más falta hace que sean escuchados. Pero hay un funcionario al que se le tiene confianza y no la ha utilizado en toda su capacidad para hacerse escuchar y ese es el Presidente de la República.

Andrés Manuel López Obrador pudo usar su popularidad y su adjudicada autoridad moral para, tan solo pedir una cosa: usar el cubrebocas. Contrario a ello, en un punto muy temprano de la pandemia decidió no hacerlo. Habrá explicaciones, pero nunca una justificación para tan grave error. 

La semana pasada presentó un decálogo. Su primer punto pide no salir a la calle; el segundo guardar la sana distancia. Acto seguido, tomó un vuelo y se fue de gira a Sinaloa. Tampoco quiso ser ejemplo.

Hace días, la canciller alemana Angela Merkel saltó a las primeras planas de los diarios al pronunciar un discurso poco habitual en su carrera política. Frente al Parlamento hizo un llamado imperioso: “Solo quiero decir una cosa: si de aquí a Navidad tenemos muchos contactos y finalmente esta es la última Navidad que celebramos con los abuelos, habremos fallado en algo, y eso no puede suceder”.

La canciller colocó la situación en un asunto de vida o muerte. Los alemanes no han sido los más empáticos frente a las medidas restrictivas. Incluso han realizado marchas en contra de ellas. En lugar de ceder, Merkel reivindica su educación científica y acude ante sus diputados para cabildear acciones que no serán populares, pero que seguramente salvarán vidas. Y consiguió aliados. El alcalde de Berlín respondió que: “no quedaba otra solución” y ordenó cerrar comercios no esenciales, además de prohibir las reuniones navideñas multitudinarias.

En México será difícil alcanzar un consenso así. Gobernantes han aplicado estrategias desiguales poco redituables, como el cierre total de establecimientos en Nuevo León.

Y el fracaso en la comunicación de la pandemia tiene sus resultados en los alarmantes números de diciembre de 2020. La tragedia se da como si estuvieran en silencio y de forma natural.

POR CARLOS ZÚÑIGA
@CARLOSZUP