La situación no pintaba fácil. Desde hace meses, la tarea de preparar el tablero ante tres posibles escenarios —un triunfo de Donald Trump, una victoria de Joe Biden, o la incertidumbre de que no hubiera un claro ganador—, debió ser quirúrgica desde la Cancillería.
La operación encabezada por Marcelo Ebrard y su equipo, que incluyó al primer círculo de Donald Trump, del lado Republicano; a expresidentes y congresistas del partido Demócrata, y hasta exintegrantes del gabinete de Barack Obama, en la periferia de Biden, fue diseñada para evitar sobresaltos fuera cual fuera el resultado el martes 3 de noviembre.
Ese día, la embajadora en Washington, Martha Bárcena, y el director para América del Norte, Roberto Velasco, tuvieron una reunión virtual, de coordinación, con los consulados en EU. En ella, se pidió no hacer pronunciamientos públicos. La información de un lado y otro de la frontera, fluyó en cascada.
Desde el martes, prácticamente cada hora, la Cancillería reporta al presidente López Obrador el avance de la elección, la actualización en conteos, las declaraciones de candidatos y los posibles escenarios. El corte de caja, nos confirman, es casi permanente.
Al otro día de los comicios, el miércoles, Ebrard hizo una exposición ante el gabinete de seguridad de cómo iban las cosas y dibujó el panorama. Habló, entre otras cosas, del escenario de una contienda cerrada, que tenían ya en el radar. La decisión fue ser cautelosos, no pronunciarse y, mucho menos, tomar partido.
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El argumento repetido desde la oposición, de que AMLO y Ebrard apostaron por Trump, no se sostiene. No, si se conocen los puentes que el gobierno mexicano tendió hace tiempo con los Demócratas e, incluso, con el equipo de Biden, pese a la decisión de su campaña, de cerrar, por ahora, el diálogo con gobiernos del mundo.
Lo que hemos visto durante 23 meses del gobierno de AMLO, es la articulación de un plan para sobrellevar a un personaje tan cambiante y sorpresivo, como explosivo. A diferencia de aliados históricos de EU, como Alemania, Francia o Canadá, chocaron con Trump, nuestro país ha logrado evitar la confrontación.
Del lado Demócrata, la relación nunca dejó de fluir. Ayudaron los antecedentes de cercanía entre Ebrard y un ala poderosa del partido que tiene claridad de las coincidencias, evidenciadas cuando en 2016, apoyó la campaña de Hillary Clinton. El trabajo con buena parte de ellos se robusteció en la ratificación del T-MEC. Hubo temas y coyunturas que Ebrard operó directamente con la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.
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México ha jugado las últimas horas, con prudencia y cautela. Ayer por la noche aun, el Presidente seguía siendo informado sobre lo complejo del panorama y lo cerrada de la contienda. También, sobre el escalamiento de un posible conflicto poselectoral.
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-Off the record: En cuanto haya ganador, López Obrador hablará con él.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
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