Al escribir esto no ha sido declarado un ganador oficial de las elecciones en Estados Unidos del martes pasado y es muy posible que, al momento de su publicación, el jueves 5 de noviembre, ningún candidato haya aceptado su derrota. La información disponible hasta el momento apunta a una victoria del candidato demócrata Joe Biden.
Es cierto que el triunfo contundente que algunos esperábamos, motivados por un optimismo desbordado, no se concretó. Lo más probable es que Joe Biden sea el próximo presidente de los Estados Unidos, pero sin ganar Texas, Florida o Carolina del Norte como algunos pensábamos.
Los resultados disponibles hasta el momento dejan de manifiesto que Estados Unidos es cada vez más una sociedad polarizada. Dividida entre ciudades y campo, entre blancos y el resto, entre hombres y mujeres, y entre jóvenes y mayores.
De acuerdo con una encuesta de salida publicada por The Washington Post, 62% de los votantes entre 18 y 29 años votaron por Joe Biden mientras que 51% de los mayores de 65 años votaron por Trump. Biden ganó entre las mujeres por 13 puntos y Trump entre los hombres por uno. El 57% de los blancos votó por Trump mientras 72% de los “no blancos” votaron por Biden.
Estas divisiones quedan evidentes al observar el mapa de resultados por condado de prácticamente cualquier estado, sin importar quién ganó de la Unión Americana. En todos aparecen grandes manchas de rojo donde gana invariablemente Trump que representan a los condados rurales con poblaciones mayoritariamente blancas y edad más avanzada. Al mismo tiempo, hay pequeñas manchas azules, donde ganan los demócratas, donde están las ciudades habitadas mayormente por jóvenes y minorías o zonas suburbanas de poblaciones de mayor ingreso y nivel educativo.
A la larga, estos clivajes electorales, por los cambios demográficos en Estados Unidos, benefician a los demócratas para ganar el voto popular y posiblemente la presidencia. Pero los dejan en una desventaja muy abultada para el Senado, como lo parecen indicar los resultados del martes.
Más allá de esta coyuntura, lo que cada vez queda más claro es que esta división de la sociedad no es única en Estados Unidos. Está presente en el Reino Unido, en Francia, en Chile (aunque la mayoría abrumadora votó por el “sí” hace algunas semanas queda por verse la composición de la constituyente que hará la próxima constitución) y claramente en México. Por supuesto cada sociedad mantiene peculiaridades sobre el carácter de la polarización, pero está presente prácticamente en todo el mundo.
¿Pueden convivir estos niveles de polarización con lo que entendemos por democracia? ¿Tenemos que hacer algo para evitar que la sociedad se siga dividiendo y la zanja sea infranqueable? ¿Puede hacerse algo cuando avanzamos a una sociedad digital en la que las redes sociales no nos dejan ver más allá de nuestros prejuicios y en las que las noticias falsas se riegan como pólvora? Las respuestas no son claras, pero tendremos que enfrentarlas tarde o temprano.
POR JORGE ANDRÉS CASTAÑEDA
COLABORADOR
@JORGEACAST