En los últimos días, el hashtag #NoalNOM (No al Nuevo Orden Mundial) ha sido trending topic y, de inmediato, usuarios de redes sociales pidieron que se cancelaran las cuentas, tanto de la actriz Paty Navidad, como del Youtuber conocido como “El Rix.” Ambos influencers habían comenzado la discusión sobre la existencia de un plan de la ONU, los gobiernos, farmacéuticas y empresas tecnológicas para cambiar al mundo y gobernarnos a través del “pánico del Coronavirus”, “asaltos tecnológicos invisibles”, “radiación electromagnética” y “nanotecnología inyectable”.
¿Son libres de pensar y decir lo que deseen? ¿Pueden dañar la salud de sus seguidores por sus comentarios?¿Tienen responsabilidad? ¿Las plataformas determinan quién dice la verdad? ¿Es un tema que debe discutirse varios días?
A 82 años del pánico causado por la transmisión de “La guerra de dos mundos” por Orson Wells, el papel de los medios de comunicación -y ahora, las plataformas digitales- aún no queda claro. ¿Son una forma de entretenimiento? ¿Realizan una labor educativa o simplemente son transmisores de información? ¿Somos responsables por lo que leemos o escuchamos?
H.G. Wells mencionaba que “la historia humana es cada vez más y más una carrera entre la educación y la catástrofe”. ¿Tenemos una cultura digital suficiente?
George Orwell, señalaba que “la libertad de expresión es decir aquello que la gente no quiere oír.” También retrataba en “La rebelión en la granja” como las ovejas y las gallinas, acríticas y analfabetas, repetían consignas sencillas como “cuatro patas sí, dos pies no” durante todo el día. ¿Estamos preparados para discernir?
Las redes sociales son un reflejo de nuestros intereses, deseos y hábitos. Más que un arma de doble filo, son una navaja suiza. El ciberespacio es un medio para expandir el conocimiento, un elemento de los procesos democráticos y un instrumento para el desarrollo personal y garantizar otros derechos.
Desde el inicio de la popularización de las redes sociales, hemos debatido entre permitir, prohibir y regular. Desgraciadamente, sin reglas mínimas, nos enfrentamos a un libertinaje que puede redundar en la vulneración del orden público. El derecho a disentir es fundamental, siempre y cuando, no pongamos en riesgo la salud e integridad de otros. Por su parte, la censura sólo crea el efecto contrario al que busca. Prohibir un discurso conspiracionista, simplemente crea más curiosidad y lo fortalece. Por ello, regular implica darle cauce a lo que sucede, crear normas claras y transparentes, establecer responsabilidad y proteger prerrogativas.
En un mundo interconectado y rodeado de incertidumbre, la realidad se asemeja en gran medida a la ciencia-ficción pero como Orson Wells decía hay muchas personas que “son demasiado educadas para no hablar con la boca llena, pero no se preocupan de hacerlo con la cabeza vacía”.
POR LAURA CORONADO CONTRERAS
INVESTIGADORA ADSCRITA AL CENTRO ANÁHUAC DE INVESTIGACIÓN EN RELACIONES INTERNACIONALES (CAIRI). MIEMBRO DEL SISTEMA NACIONAL DE INVESTIGADORES DEL CONACYT