Todo parece indicar que Donald Trump puede perder en grande en las elecciones de hoy. Las encuestas dan a Joe Biden un margen de entre 7% y 11%. También se vislumbra que se viene una ola azul en el Senado. Hace unos meses eran cinco los escaños en riesgo de convertirse en demócratas, hoy se habla de hasta 10, incluidos estados históricamente rojos como Arizona o Texas.
Aunado a esto, The Economist da a Biden 95% de probabilidad de victoria. Pero, existe la posibilidad (aunque baja) de que Trump consiga los 270 votos del Colegio Electoral que necesita para ser reelecto. Basta recordar que el semanario vaticinó en septiembre de 2015 que Trump no sería el próximo Presidente.
En un contexto tan incierto y sin precedentes, es difícil hacer predicciones. Lo único claro es que aquello que era prioritario en la mente del votante hace un par de meses, ha sido eclipsado por tres mega crisis: económica, de salud y social/racial.
Según el Pew Research Center, a pesar de la pandemia, más de la mitad de los estadounidenses se dice estar mejor económicamente hoy que en 2016. Asimismo, en cinco encuestas realizadas por WSJ/NBC, los estadounidenses consideraron que Trump manejaría mejor la economía que Biden.
Más de 93 millones de personas han emitido su voto por anticipado, hecho que puede beneficiar tanto a demócratas en zonas urbanas, como a republicanos en las rurales. Pero no hay que olvidar que en EU hay 60 millones de cristianos/evangelistas que, en su gran mayoría (82%) están a favor de Trump. La reciente confirmación de la jueza Amy Barret a la Suprema Corte de Justicia fue un gran regalo para esta base conservadora del electorado.
Se estima que habrá una participación récord de hasta 160 millones y que la demografía será mucho más diversa: 1 de cada 3 votantes no es blanco y los latinos, por primera vez, son el grupo mayoritario. Más grande que el grupo afro/americano.
Nada está escrito, pero lo que sí es claro es que gane quien gane, México enfrentará retos. Si los resultados favorecen a Biden, la relación probablemente regresará al Departamento de Estado y será más institucional. Es también probable que la retórica antimigración sea mucho menos hostil, pero nada indica que cambiarán todas las políticas, ni que abrirán los brazos a mayor inmigración.
En el ámbito comercial, no usarán tarifas como armas para extraer algo a cambio y buscarán un acercamiento con sus socios y aliados tradicionales. Pero los demócratas serán duros con México, pues las políticas energéticas del actual gobierno son violatorias del T-MEC y alejan al país de las energías limpias.
AMLO le ha apostado a Trump, y es probable que eso genere resentimiento en los demócratas. Pero lo visto con la detención del General Salvador Cienfuegos, o con la carta de la Barra de Abogados, es que tanto demócratas como republicanos están preocupados por el cambio de rumbo que México esta tomando.
Ya no nos ven como un socio confiable, por lo que no hay nada que celebrar.
POR MARIANA CAMPERO
*INTERNACIONALISTA
@MARIANACAMPERO1