El 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, lo conmemoramos con malas cuentas y nulos resultados, pero mucha esperanza y decisión, pues ya no esperamos que alguien actúe por nosotras. Cada una entiende y asume su papel en la lucha, desde lo más profundo de nuestro miedo, sale la voz que nos invita a gritar y exigir justicia, esa voz que resuena tan hondo en nuestra conciencia, que nos levanta para marchar, para trabajar, para señalar, y para nunca más callar.
El incremento de la violencia que estamos viviendo desde hace años, nos ha despertado del miedo y nos ha empujado al hartazgo: hoy estamos alzando la voz, hablando sobre violencia, haciéndonos consientes sobre cómo se manifiesta, identificándola y condenándola, porque la realidad es que hemos vivido, crecido y tolerado la violencia a lo largo de nuestra historia. Pero ya no más.
La violencia contra niñas y mujeres se incrementó a niveles pandémicos en el mundo, en los últimos 12 meses 243 millones de mujeres y niñas (de edades entre 15 y 49 años) han sufrido violencia sexual o física por parte de un compañero sentimental; en México, todos los días tenemos motivos por los que activarnos, alzar la voz y exigir justicia, 11 mujeres son asesinadas a diario, la mayoría de ellas a manos de su parejas, familiares o conocidos.
Debemos observar con atención este problema y promover acciones en contra de todo acto de violencia, estamos siendo testigos de que cuando una mujer pide auxilio o se atreve a levantar la voz para exigir justicia es ignorada, porque al parecer, para las autoridades existen cosas más importantes que atender, las autoridades deben entender que todo acto de violencia de género es extremo, el catalogar o no prestar la atención que merece tiene consecuencias fatales para las mujeres.
Un ejemplo muy claro es lo que nos ha enseñado el confinamiento a causa de la pandemia, los casos de violencia en contra de las mujeres lejos de disminuir, aumentaron, porqué es en nuestros hogares el primer lugar donde se nos violenta, sin embargo, se sigue sin atender la violencia intrafamiliar como un acto de urgencia e imponer castigos ejemplares en contra de los atacantes, los testimonios de las mujeres que va y denuncian, son ignorados, se les revictimiza e incluso son silenciadas por complicidad de las autoridades, dejando ver la falta de sensibilidad y compromiso que aún existe en las instituciones y en la sociedad en general.
Pueden generarse cambios en algunos sectores o estados, pero si no se replican en todo el país, seguiremos sin los resultados que nos exigen millones de mujeres para crear conciencia, buscar justicia y ayudar a las víctimas. No hay fronteras, ni colores, ni intereses y mucho menos es un reclamo que busque el desprestigio de un gobierno, pues es la realidad la que nos mueve.
La lucha feminista, y muy particularmente la lucha contra la violencia hacia las mujeres, no es un enfrentamiento de mujeres contra hombres, luchamos para acabar con la violencia que nos está matando, violencia que en su mayoría es ejecutada por hombres haciendo uso la fuerza física, la confianza, las condiciones de vida de la mujer y la complacencia de una sociedad que justifica estos actos, desde esa violencia que debido a su cotidianidad se hace imperceptible, como la violencia psicológica, pasando por otras violencias silenciosas como la económica, patrimonial, hasta llegar al feminicidio.
Todos los días tenemos motivos por los cuales luchar, mujeres y niñas se convierten en víctimas, ellas no son un número, su dolor y el de sus familias merece atención urgente y justicia.
POR ALESSANDRA ROJO DE LA VEGA
DIPUTADA LOCAL EN EL CONGRESO DE LA CDMX
@ALESSANDRARDLV