Arturo Rivera nació en 1945, estudió en la Academia de San Carlos y serigrafía en The City Lil Art School en Londres y, a partir de los años 80, comenzó a desarrollar su propio estilo.
Rivera siempre defendió la búsqueda creativa a través del dibujo, la gráfica y la pintura, además de ser los medios de expresión por los que transitó.
Representativa de la corriente conocida como hiperrealismo, su obra mereció el reconocimiento internacional en numerosas exposiciones, realizadas a través de una trayectoria que abarcó más de cuatro décadas. En el año 2000 fundó “El Chanate Móvil” en Torreón, Coahuila, un taller de gráfica montado en triciclos, el cual buscaba la democratización del arte al llevar esta expresión artística a los barrios más marginados de esta zona. Recientemente el pintor preparaba una exposición para mediados de 2021 en el Museo Fernando García Ponce, en Mérida; sin embargo, ya no pudo realizarla.
La vasta e imponente obra del pintor, cuyos cuadros realizó con gran maestría, reflejan el horror, la tragedia y una visión descarnada del mundo. La muerte, la vejez, la pesadilla y la deformidad, cuerpos ultrajados y en estado de histeria son algunos de los temas que exploró el creador; pues no le temía a la fealdad, bajo la premisa de que la belleza es efímera y el horror es eterno.
El maestro retomaba en sus representaciones estructuras desarrolladas a lo largo de la Historia del Arte, pero siempre adaptándose a la intención de proponer un fuerte discurso sobre los sentimientos humanos. Lo interesante del artista fue la manera en la que confrontaba al espectador respecto a la condición humana.
“Lo original no está en el cerebro. A estas alturas del arte ya no se puede hacer nada ‘innovador’. Lo ‘original’ radica en la diferencia innata que toda persona trae en su interior, pero la introspección duele, cuesta trabajo y se requieren muchos años para hacerlo”, comentaba el pintor.
El arte de Arturo Rivera propuso una visión transfigurada de los individuos y de los ámbitos en los que surgen, el asombro es lo que subyace en cada una de las escenas evocadas, reunidas por la mirada y la memoria de un mismo instante en el que se generan nuevas relaciones.
A lo largo de su producción, fue dejando atrás el acotado espacio tradicional de la pintura para explorar nuevos ámbitos, nuevas latitudes, cuya disposición y reacomodo trastocan la percepción de lo real. Su manejo del espacio abarcó un horizonte de múltiples posibilidades, donde el juego de las perspectivas y el emplazamiento de los volúmenes desfasan el punto de vista de quien las observa, estructurando un área múltiple de relaciones plásticas, que amplifica su campo de acción en espacios escultóricos o arquitectónicos.
La pintura de Rivera recoge así lo esencial en la obra de arte significativa: ser una nueva lectura, reinterpretación, recreación de la realidad a partir de ella misma.
Pocos creadores son por su temática tan universales como Arturo Rivera, al fin y al cabo todos tenemos y padecemos nuestros propios ángeles, demonios, calvarios y calamidades y eso es lo que solemos llamar “la condición humana”.
POR BERNARDO NOVAL
CEO MUST WANTED GROUP
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