FUERA DE TONO

Balance temprano: Desde la “izquierda ilustrada”

Su izquierda, en realidad, más que democrática –como se autoproclaman-- es la pretendidamente “ilustrada”, como la definió y se autodefinió en ella Ciro Murayama en una entrevista

OPINIÓN

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Hernán Gómez Bruera / Fuera de Tono / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Un grupo de intelectuales públicos y políticos vinculados al Instituto de Estudios para la Transición a la Democracia –a quienes respeto, pero ante los que cada día discrepo más-- publican una colección de ensayos en los que revisan distintas políticas del gobierno de López Obrador.

El título --“Balance Temprano”-- es sensato si se considera que es pronto para hacer una evaluación de esta administración y darle sentido a todo lo que hemos vivido ya. El subtitulo, sin embargo, resulta antipático, por petulante y sectario: “Desde la izquierda democrática”.

Aunque el Balance Temprano (desde la izquierda democrática) trate de aparentar ecuanimidad, el libro que coordinan José Woldenberg y Ricardo Becerra, difícilmente lo logra. De entrada porque les gana una antipatía personal y porque sus autores son incapaces de hacer a un lado su inconfesable clasismo y elitismo.

Una frase de mi querido Woldenberg retrata a estos hombres (de 18 plumas que dicen representar a la “izquierda democrática” solo 2 son mujeres)en su conservadurismo:

[a]unque parezca increíble, creo que hoy entre nosotros la contradicción fundamental no parece ser entre izquierda y derecha, conservadores vs. liberales, sino entre algo más básico y elemental (…) la contradicción entre ilustración y oscurantismo”.

Aunque supuestamente escriban desde la izquierda, resulta sintomático que la cabeza más destacada de este grupo politico-intelectual, el IETD, no crea realmente que la distinción entre izquierda y derecha sea relevante, les preocupa más la distinción entre cultos e ignorantes, educados y ágrafos.

De entrada es revelador. Recordemos como en 1976, en su Carta Abierta a los Socialistas, Maurice Duverger escribió: “Quienes niegan la vigencia de la distinción izquierda/derecho suelen ser precisamente personas de la derecha y los que consagran todos sus esfuerzos y sus horas a mantener intocado el orden imperante, tan generoso en privilegios y ventajas para los grupos altamente situados en el escalafón social”.

Pero, ¿qué más esconde esa frase de Woldenberg? Muy simple: que lo que realmente les incomoda, inquieta y preocupa a los integrantes del Instituto del Entusiasmo por la Transición Democrática (como los rebautizó Gibrán Ramírez) es el pueblo, una categoría para ellos inexistente y que les causa urticaria. Les irrita el término y mucho más que un líder a quien consideran intelectualmente inferior busque representarlo.

Su izquierda, en realidad, más que democrática –como se autoproclaman-- es la pretendidamente “ilustrada”, como la definió y se autodefinió en ella Ciro Murayama en una entrevista (https://bit.ly/36KiSeT). Son aristócratas del mundo intelectual, de los partidos y los organismos autónomos, no son demócratas en un sentido amplio.

La forma en que le regatean a López Obrador el hecho de encabezar un gobierno de izquierda o, si se quiere, de centro izquierda, llama la atención. Al final, pareciera que solo puede ser de izquierda quien comulgue con su izquierda. Para ellos AMLO tan solo representa la “política personalista”, si acaso el “neoliberalismo desde la izquierda”, como lo categoriza uno e sus autores.

Woldenberg y Becerra señalan en el prólogo de esta obra que muchas decisiones vertebrales que definen el mandato de López Obrador hasta hoy no caben en el espacio de la geometría política de la izquierda, a saber: la militarización de la seguridad pública, el superávit primario, el trato a los migrantes, la política ambiental o las deferencias hacia las iglesias evangélicas.

Son incapaces de reconocer, sin embargo, todas las políticas de este gobierno que sí son de izquierda. Se las podemos recordar, empezando por las del mundo del trabajo: una reforma laboral que permite la libre sindicalización (una agenda por la que muchos de los representantes de la izquierda democrática lucharon durante años); la regulación del outsourcing, los incrementos al salario mínimo que pusieron fin a 4 décadas de estancamiento, e incluso la tímida reforma al sistema de pensiones.

En el ámbito de la política social: los programas sociales de apoyo a la juventud, la política  de universalización de programas como la pensión para adultos mayores --cuyo monto además se duplicó--, y para las personas con discapacidad; la ampliación de la seguridad social para las trabajadoras del hogar e incluso las parejas LGBTI.

En el ámbito económico, la promoción de proyectos de infraestructura en el sur-sureste, la región más rezagada del país; la apuesta por una política energética nacionalista; la decisión de combatir el poder nefasto de los grupos de interés, el combate a la evasión y la elusión.

La llamada 4T podrá no ser la izquierda socialdemócrata europea con la que sueñan los integrantes del IETD, pero es hoy la izquierda posible, la que está en el poder  la que tiene alguna capacidad de transformar, aunque sea moderadamente, nuestra realidad.

POR HERNÁN GÓMEZ BRUERA
HERNANFGB@GMAIL.COM
@HERNANGOMEZB

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