Lo vimos -o así se nos presentó inicialmente, en la campaña preliminar- como un candidato de transición, por su edad. Luego arrasó, dejando atrás a sus oponentes de partido -incluso a una de sus críticas más conspicuas a quien llamó a acompañarlo como vicepresidenta, lo que habla de su carácter y talante-, proponiendo una agenda de unidad, decencia y mínimos comunes múltiplos que le permitió crear la mayor coalición política de la historia estadounidense, superando incluso a Obama. Ganó contundentemente, para tranquilidad de todos nosotros porque se acaba la pesadilla de los últimos cuatro años. El mandato es claro y Joseph R Biden Jr. lo sabe leer de maravilla: se trata de curar a una nación profundamente herida. El candidato transicional se tiene convertir en el presidente transformacional. No se espera menos de él. Al menos no los cientos de miles de latinos -especialmente en Arizona y Nevada- que llevan décadas combatiendo y luchando desde abajo. No así los millones de afroamericanos que piden, claman, que se acabe el racismo sistémico de un país que los ha utilizado y humillado por partes iguales. No así los niños y adolescentes que miran este momento con esperanza. Los activistas del cambio climático -también todos jóvenes, algunos de ellos ya escépticos-, y por supuesto los nativos americanos que han votado unánimemente por Biden y Kamala. En todas las reservaciones del país. De su país genocida. De su país que sigue sin atenderlos y explota sus lugares sagrados y sus pastizales para gaseoductos, ayer como hoy.
¿Qué significa ser un presidente transformacional en un país dividido que aún le dio más de setenta millones votos a Trump? ¿Qué en un país cuyo senado -ojalá enero sea el del deshielo del senado gracias a las dos elecciones de Georgia y nuevamente a Stacey Abrahams- se opondrá a todo por culpa de uno de los personajes más negros de la historia estadounidense, Mitch McConell? Significa por un lado pactar y por otro no amedrentarse y entrar desde el primer día firmando órdenes ejecutivas que echen para atrás el retroceso de Trump, aunque no se pueda hacer, por el momento, nada en la Suprema Corte. Ese es un punto de máxima importancia. Biden ha dicho que nombrará una comisión que estudie ampliar el número de jueces: adelante, desde el día uno, sin esperar al resultado senatorial. Al mismo tiempo tender la mano a los republicanos decentes -si es que queda alguno-, y pensar en la patria, en el destino de la república.
Todo esto mientras, además, se cerca a la pandemia. Biden nombró el lunes pasado un comité especializado de expertos -la palabra es adecuado enfatizarla- que pensará y ratificará o rectificará el plan para combatir al coronavirus y sus efectos. Desde la transición para arrancar en el día uno. Mientras tanto Mark Medows y cinco más en la Casa Blanca que siguen sin usar tapabocas se han contagiado. Se trata de ser audaces, de agarrar al toro por los cuernos. Habrá que estudiar qué ha pasado en lugares exitosos en su manejo del virus, como Nueva Zelanda o Corea del Sur, a pesar de ser relativamente pequeños frente a los Estados Unidos.
Fred Moten -que junto con la gran Cristina Rivera Garza- han recibido este año la beca MacArthur, en su libro Los abajocomunes, ha discutido los temas más relevantes no solo para los afroamericanos sino para las minorías en Estados Unidos. Conviene leerlo con cuidado en estos días de transición. Ellos hablan de la condición rota del ser. Esa fractura que es la negritud. Hay una deuda a reparar. Hay una demanda que va más allá de la disculpa o del reconocimiento de la diferencia o la necesidad de integración. No va por allí. Hay que desmantelar los lugares donde ocurre la disculpa. Hay que repensar que son esas estructuras las que rompieron el ser de todas las minorías -los asiáticos, los musulmanes, los mexicanos, los queer-, para poder ir más allá de la retórica. Es el camino hacia el afuera indómito. O pienso yo, a la comunalidad renovada, a la asamblea popular. O es allí o nada importa.
Lo gritan los jóvenes que merecen ser oídos, como merecen ser oídos todos los nativos americanos y los afroamericanos. Ahora. Ya. Por los abajocomunes: ellos ganaron esta elección.
POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU