Equivocados están quienes ven en la reciente elección presidencial de Estados Unidos una contundente derrota al mayor exponente primermundista del populismo, Donald Trump, y un declive definitivo de esa antítesis de la democracia.
Porque es una falacia y un facilismo argumentar que el triunfo electoral de Joe Biden y Kamala Harris se dio por un voto anti Trump, y que los estadounidenses se decantaron por los demócratas debido a una decepción y arrepentimiento, tras haber encumbrando, en 2016, a ese personaje que socavó los cimientos de lo que era la más sólida nación democrática del planeta.
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Al contrario, el magnate que tachó a los mexicanos como violadores, criminales y vende drogas ganó, de acuerdo a los más recientes conteos, 9 millones 281 mil 309 votos más que en la elección de 2016. Ese año, el presidente más racista y antimexicano que ha tenido EU llegó al cargo con 62 millones 984 mil 828 sufragios. En cambio, en la elección del 3 de noviembre los votos a su favor fueron 72 millones 266 mil 137.
Visto así, Trump y su doctrina populista no sólo mantuvieron a sus electores, sino que los incrementaron en más de 10 por ciento en sólo cuatro años. Es decir, no hubo de ninguna manera un claro “voto de castigo” hacia el magnate.
Lo que hubo fue un incremento sorprendente en el número de personas que emitieron su voto, y aunque en la suma total Biden y Harris lograron la victoria, fue por apenas cinco millones 133 mil 964 votos de diferencia (77.4 millones), y en los hechos perdieron en las casillas, pues su triunfo se empezó a definir cuándo se contabilizaron los votos enviados por correo postal.
Proporciones guardadas, los ejemplos de que los populismos representan el nuevo dinosaurio mundial, están en Bolivia y Argentina.
En el primer caso, el partido Movimiento al Socialismo, de Evo Morales, retomó las riendas del poder al ganar, con Luis Arce, el 55.1% de los votos en la elección presidencial; en el segundo, con Alberto Fernández, el peronista-kirchenerista se volvió a meter a la Quinta de Olivos, en octubre de 2019, al triunfar con 47.93% de los sufragios.
Por eso, los votos que ganó Trump en la reciente elección de EU (47.6% del total), representan un capital político más que suficiente para pensar en recuperar la presidencia del otrora país de las libertades.
Son 72 millones de estadounidenses convencidos de que el populismo, el racismo y antimexicanismo de Trump es lo que se necesita. Ahí está el verdadero reto de la dupla Biden-Harris: despolarizar a ese sector, reimplantar los valores de unidad, democracia e igualdad, y restaurar la conciliación quebrada por cuatro años de discurso de odio y división que se esparció en Estados Unidos.
Sus ciudadanos y los partidos políticos, incluido el Republicano al no respaldar el alegato de fraude de Trump, ya dieron el primer paso.
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EN EL VISOR: Pruebas falsas de COVID-19 se aplican en el país, principalmente en la Ciudad de México, Jalisco, Tamaulipas y Chihuahua, a través de laboratorios pirata. El Consejo Nacional de Seguridad Privada, que preside Raúl Sapién Santos, detectó que esto se ha convertido en un nuevo negocio de la delincuencia organizada que, “aparte de dedicarse al secuestro, la extorsión o el robo a casa habitación, ahora están incurriendo en la falsificación de logotipos de instituciones de salud y laboratorios reconocidos para practicar pruebas apócrifas”. Por supuesto, los resultados de sus “pruebas”, también son falsos, con los riesgos sanitarios que ello implica. Las autoridades ya investigan los casos.
POR RAYMUNDO SÁNCHEZ
RAYMUNDO.SANCHEZ@ELHERALDODEMEXICO.COM
@R_SANCHEZP