COLUMNA INVITADA

Los derechos humanos de damnificados (Tabasco y Chiapas)

En esa trama de control burocrático sobre la presa que, además de contener el agua pluvial que se precipita y la que llega del río

OPINIÓN

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Francisco Acuña Llamas / Analista y catedrático de la UNAM / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Otra vez un huracán ha devastado zonas de Tabasco y Chiapas; la recurrencia de crecientes en la comarca lacustre de México —por ciclones y marejadas— dejan afectaciones a título mayor, se estima que los damnificados podrían ser más de 200 mil. Aun no se ha podido tener certeza de todas las personas desaparecidas y las que lamentablemente perecieron.

Apenas comienza la temible temporada de huracanes y los litorales del país se estremecen. Una de las regiones más castigadas, resulta ser Tabasco, y la colindancia con Chiapas que abarca el Río Grijalba. El asunto se agrava porque la presa Peñitas se satura y urge desfogarla antes de que se vaya a desbordar.

En esa trama de control burocrático sobre la presa que, además de contener el agua pluvial que se precipita y la que llega del río, cumple una función esencial para la generación de energía eléctrica, la CFE debe resolver las situaciones ordinarias y las extraordinarias.

Las presas del país son instalaciones públicas, consideradas estratégicas para la sobrevivencia humana en cuanto fuentes de almacenamiento natural de aguas con fines de abasto humano (infraestructura hidráulica), y de modo indirecto son clave para la producción agrícola (hidroagrícola). Vinieron a ser un remedio para resguardar agua de las lluvias y modular los cauces y afluentes de los ríos.

El problema es que la presa Peñitas ha sido siempre una peligrosa válvula para el manejo de las descargas de agua, porque sus niveles se comprometen en unos días, tras haber precipitaciones extraordinarias como suele ocurrir con la temporada de huracanes.

A pesar de tantos avances científicos, de las alarmas de los satélites que desde el espacio monitorean la formación, la potencia y la trayectoria de los ciclones, de contar con medios informativos que anuncian la aproximación del fenómeno, sigue ocurriendo, como hace por lo menos 70 años en que se comenzaron a registrar la fuerza y dirección de estos incidentes meteorológicos, algunos devastadores.

Como el que nos ocupa y que dañó desde Chiapas a Tabasco y una parte de Veracruz. En la era moderna, el Estado debe advertir y acompañar a la ciudadanía ante fenómenos naturales predecibles, y para ello coordinar planes de salvamento masivos para realizar desalojos temporales y el acordonamiento de las propiedades privadas (con frecuencia se han resistido a salir de casa personas que temen el pillaje y la depredación). 

En democracia la gente debe saber, en tiempo y forma, qué sitios o zonas están amenazadas por un evento de esta índole, y así debe avisar e improvisar campamentos para poner a salvo a la población y, especialmente, a los más vulnerables, y luego otras medidas para el retorno seguro etcétera.

El Fondo para la Atención de Emergencias fue recientemente desaparecido por las actúales legislaturas; desde luego la medida es polémica y justo la tragedia del sureste de comento lo agudiza. Pero siempre —aun con FONDEN— se ha requerido ante situaciones así que la sociedad, a pesar de sus limitaciones propias, coopere. El INAI abrió su centro de acopio en su sede porque al margen de lo que se pueda recolectar, la comunidad INAI quiere poner la muestra ante situaciones como estas.  

 

POR  FRANCISCO ACUÑA LLAMAS
ANALISTA Y CATEDRÁTICO DE LA UNAM