En medio de esta crisis sanitaria y económica tan severa como la que atravesamos en México y el mundo, una fuente de recursos se ha mantenido fluyendo con generosidad: las remesas de nuestros paisanos en Estados Unidos hacia sus familiares en nuestro país.
A pesar de la pandemia, las remesas se han incrementado 9.3% este año y van a cerrar el 2020 cerca de los 40 mil millones de dólares, de acuerdo a las tendencias prevalecientes. Esto en sentido contrario al resto de los países, que han tenido una reducción que el Banco Mundial ha estimado en 20% en promedio.
¿Cómo es posible que nuestros connacionales sigan enviando tanto dinero? Hay dos razones primordiales: los abundantes apoyos fiscales que se brindaron del otro lado de la frontera por el Covid-19 (que nuestros paisanos han redireccionado en beneficio de sus cercanos), y los efectos del tipo de cambio (un peso menos fuerte representa más pesos recibidos en México).
No obstante, hay otro motivo mucho más profundo, que es la enorme solidaridad de nuestros migrantes y su férreo compromiso con el bienestar de las comunidades de origen.
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En contraste, el Estado mexicano jamás ha sido recíproco con nuestros connacionales. El monto de remesas significa más del doble que todos los programas sociales prioritarios sumados a nivel federal; y sin embargo, ni este gobierno, ni los anteriores, han podido articular una política migratoria integral que capitalice y potencialice el gran talento de nuestra población residente en el extranjero.
La clave estaría en implementar una política pública que proporcione estímulos atractivos para incentivar el uso productivo de las remesas: beneficios de diversa índole para que a los hogares receptores de las remesas, les convenga destinar sus recursos para la educación de los hijos, la salud y el financiamiento de nuevas unidades de negocios en sus propias localidades y regiones.
Es evidente que lo que fue el “Programa 3 x 1 para Migrantes” estuvo muy lejos de dar cumplimiento a su propósito original. Ahora, se requiere construir e implementar una nueva estrategia, en coordinación entre el sector público y la iniciativa privada, y que incluso podría insertarse dentro de los esfuerzos de cooperación binacional y multilateral para la prosperidad con nuestros países vecinos de América del Norte.
México es mucho más que los 127 millones de personas que habitamos en el territorio nacional. Somos una nación transterritorial de al menos 167 millones de mexicanos que, de un lado y otro de los Ríos Bravo y Colorado, tenemos derecho a soñar y construir un presente y futuro mejor para nuestra gente, más allá de códigos postales, himnos y fronteras.
Este es un llamado para nuestras instituciones: que no sólo sean testigos que aplaudan el flujo de remesas, sino que las conviertan en una auténtica palanca para el desarrollo y el progreso.
POR JESÚS ÁNGEL DUARTE
COLABORADOR
@DUARTE_TELLEZ