El domingo pasado se llevaron a cabo elecciones en Coahuila e Hidalgo. El PRI ganó los 16 distritos en juego con un 49.3% de los votos. Morena, el partido del Presidente, obtuvo el segundo lugar con el 19.3% y Acción Nacional logró el 9.9%. En Hidalgo, el PRI consiguió 32 municipios mientras que el PRD se hizo de siete; Morena, seis, al igual que el PRD y PAN en coalición.
Estas elecciones no son un indicio de lo que podría suceder el próximo año (Coahuila e Hidalgo son bastiones históricamente priístas en los que no ha habido alternancia), pero arrojan luz sobre algunos aspectos que pueden ser determinantes en los comicios por venir; e.g. el morenismo se debilita al no tener al presidente López Obrador en la boleta. El desorden, la falta de disciplina y la pugna entre neoliberales y puros merma su capacidad de operación.
Lo que ocurrió el domingo está lejos de significar una derrota, pero el descalabro electoral evidencia la vulnerabilidad del lopezobradorismo. En estudios demoscópicos al Presidente le reconocen las transferencias directas a jóvenes y a personas de la tercera edad, pero la crisis causada por la emergencia sanitaria ya se refleja en la opinión pública y en los bolsillos de los individuos.
El supuesto combate a la corrupción ha hecho que en estas últimas semanas haya recuperado algunos puntos de aprobación. Y si bien la campaña electoral para enjuiciar a expresidentes puede entusiasmar a sus representados más candorosos, al Presidente le costará trabajo sostener sus dichos en los tribunales y preservar su popularidad.
Las elecciones intermedias tienen dos rasgos característicos: que hay un bajo aforo y que generalmente son plebiscitarias de la gestión del presidente en turno. Los factores que explicarán el voto a favor del partido en el gobierno son la aprobación de AMLO y la de los gobernadores salientes. A su vez, la calificación de los gobernadores está supeditada a su desempeño frente a la inseguridad y al manejo de la economía, en menor medida a la gestión de crisis sanitaria o el combate a la corrupción.
En las 15 entidades en donde habrá elecciones de gobernador el próximo año, de acuerdo con Mitofsky (en una encuesta digital, con problemas de autoselección y sin una muestra aleatoria) sólo los gobernadores de Campeche, Colima y SLP tienen una aprobación por debajo del 45%. Y en las encuestas que ha hecho Alejandro Moreno en todas las entidades donde habrá comicios –con excepción de Tlaxcala– los indecisos están muy por arriba de la intención de voto por Morena, en nueve estados la ventaja es de más de 10 puntos. Solo en Querétaro, el PAN aventaja en las preferencias.
Si los electores no votan de acuerdo con su identificación partidista y son electores racionales que premian y castigan gestiones, se podría esperar que los indecisos o los swing voters –como dirían los anglosajones– serán quienes definan el resultado electoral.
Por Alejandro Echegaray
Politólogo
@aechegaray1