La política estadounidense en Asia menor parece haber alcanzado un momento de crisis y comienza a dejar sentir sus efectos dentro y fuera de ese país y esa región.
Y en ambos casos, el motor principal, pero no el único, es la política doméstica.
Las intervenciones estadounidenses, sus encuentros y desencuentros han sido parte de la historia moderna de una zona geográfica considerada como estratégica, tanto por su riqueza petrolera como por su ubicación.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos asumieron una posición de importancia en la región, y buscaron llenar los vacíos dejados por los imperios francés y británico, que años antes habían creado entre otras naciones como Siria, Líbano, Jordania, Arabia Saudita y delimitado arbitrariamente las fronteras de Turquía, Irak y Afganistán.
La alianza estadounidense ha sido de profunda importancia para Israel, creado en 1948 y que algunos consideran como el principal aliado político y militar en la zona.
Para muchos cristianos conservadores estadounidenses, Israel tiene una profunda importancia religiosa, más allá de la que pueda tener para los judíos estadounidenses, y esos conservadores, en especial los evangélicos, son parte central de la coalición política que hoy apoya la reelección del presidente Donald Trump.
Los intereses estadounidenses los llevaron a una alianza con Arabia Saudita, la mayor nación musulmana sunita del mundo y una monarquía que se considera como guardián de los sitios sagrados del Islam.
Las preocupaciones saudiárabes tras la ocupación iraquí de Kuwait llevaron a la Guerra del Golfo, en 1991, y a una presencia permanente estadounidense en territorio saudita que provocó el enojo de extremistas musulmanes y los atentados del 11 de septiembre de 2001, en Nueva York y Washington. La cuestión religiosa confronta a Arabia Saudita con Irán, su vecino al otro lado del Golfo Pérsico, y la mayor potencia musulmana chiita del planeta. En lo religioso el choque se remonta a los orígenes del Islam; en lo geopolítico, a intereses reales por el predominio. Y por supuesto, a vínculos distintos.
La relación entre los Estados Unidos e Irán ha sido conflictiva. En 1953 la Agencia Central de Inteligencia (CIA) participó activamente en el derrocamiento de Mohammad Mosadegh, primer ministro iraní que en 1951 había nacionalizado el petróleo, y reinstaló el reinado de la familia Pahlevi, que duró hasta 1979.
En noviembre de 1979, meses después del derrocamiento del Shah Reza Pahlevi y la instauración de una república islámica, estudiantes radicales ocuparon la embajada estadounidense en Teherán y tomaron como rehenes a diplomáticos estadounidenses, para crear una crisis que un año después se reflejó en la derrota del presidente Jimmy Carter en su intento de reelección, la victoria del republicano Ronald Reagan y, en 1985, en el escándalo Irán-"Contras".
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@CARRENOJOSE1
lctl