Una vez más México enfrenta una situación que puede obligarlo a alinearse con Estados Unidos aunque difiera de sus posturas.
El actual conflicto entre Estados Unidos e Irán podría derivar en un choque abierto y recrudecer los temores estadounidenses de ataques terroristas por extremistas islámicos.
Eso implicaría entre otras cosas demandas, más o menos discretas, para que México imponga mayores y mejores controles en el ingreso de ciudadanos de otros países.
La situación mexicana es complicada: es un país fronterizo con Estados Unidos y, por tanto, comparte enormes intereses económicos y comerciales, representados en el acuerdo de libre comercio a punto de renovarse; es una nación cuyo gobierno se proclama como de izquierda, pero cuyo éxito depende en gran medida de una buena relación con Estados Unidos.
Más allá, es un país que por condiciones socioeconómicas tiene una profunda integración con su vecino del norte, reflejada en los casi 36 millones de mexicanos y descendientes radicados en EU, y en los estimados hasta tres millones de estadounidenses podrían pasar en México mas de 10 meses del año.
En términos económicos, el comercio bilateral llega a unos 600 mil millones de dólares anuales y de acuerdo con el presidente Andrés Manuel López Obrador las remesas enviadas por los mexicanos radicados en EU pudieron llegar a 35 mil millones de dólares en 2019.
La doble situación económica y social hace que los compromisos de seguridad se multipliquen y rebasen los compromisos de cooperación policial por tráfico de drogas.
Después de todo, al ayudar a evitar atentados en Estados Unidos se protege también la vida de mexicanos y mexico-estadounidenses. Y eso incluye el compromiso de evitar ataques contra blancos estadounidenses en México, de las playas de Quintana Roo a las de Baja California Norte. Peor aún, no puede ignorar que algunos ataques en EU pueden tener efectos en México: de lo más sencillo como cuando se cerraron las fronteras el 11 de septiembre de 2001 –cuando por cierto murieron 15 mexicanos en las Torres Gemelas de Nueva York–, a otro tipo de complicaciones, como podría ser el suministro de gasolinas desde Texas , y eso sin contar que radioactividad o agentes bioquímicos no piden permisos ni respetan soberanías.
La situación es complicada pues. Ni México ni Estados Unidos pueden darse el lujo de una mala relación: son países condenados a convivir lo mejor posible dentro de sus diferencias y su interdependencia, en una relación que los coloca frecuentemente en disyuntivas únicas.
Para México, por ejemplo, la criticada decisión de ayudar a reducir la llegada de posibles refugiados centroamericanos a la frontera de EU, en lo que muchos califican como "hacer el trabajo sucio" del gobierno de Donald Trump.
Pero tampoco tenía muchas alternativas, sobre todo, luego de la amenaza Washington de imponer tarifas a las importaciones estadounidenses desde México.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@CARRENOJOSE
abr