Con los últimos acontecimientos en Medio Oriente, derivados del ataque con un misil estadounidense al aeropuerto de Bagdad, donde murió el general iraní Qasem Soleimani, las repercusiones están aumentando de manera progresiva la posibilidad de una confrontación bélica directa entre Estados Unidos e Irán.
La geopolítica una vez más vuelve a aparecer en la escena, afectando la frágil, compleja y explosiva correlación de fuerzas en aquella región, y, por supuesto, también a la matriz energética mundial sostenida por los hidrocarburos.
En tanto, el pasado viernes, una vez que se anunció la muerte del general Soleimani, se registró una fuerte subida de los precios del petróleo que, al final de la jornada, se moderó; de esta manera, el precio del barril de petróleo Brent, de referencia para Europa, subió 2.4 por ciento, para cotizarse en 68 dólares; y el petróleo Texas, de referencia para Estados Unidos, aumentó 2.7 por ciento, para situarse en 63 dólares.
El riesgo es que el conflicto pueda arrastrar a países petroleros, como Arabia Saudita, a lo que se suma la posibilidad de que Irán, su rival —el quinto productor de petróleo, con casi cinco millones de barriles por día—, convierta en objetivos los barcos estadounidenses, lo cual interrumpiría el transporte de petróleo por mar, y daría como resultado que los precios sigan aumentando.
En el tablero de la confrontación, están colocados los intereses de los principales productores petroleros del orbe, pero con una gran diferencia con respecto a las décadas pasadas, cuando los países árabes productores de petróleo tenían en sus manos el poder de imponer las reglas de precio en el mercado de los hidrocarburos.
Ahora Estados Unidos se ha convertido en el principal productor de petróleo, con 15 millones de barriles al día; sobre todo, por el uso a gran escala de la tecnología del fracking, por lo que tiene garantizado su suministro interno.
Además, su principal aliado de la región, Arabia Saudita, tiene la segunda productora, a través de la petrolera estatal Aramco, que suministra a los mercados internacionales 12 millones de barriles por día; entre sus principales clientes figuran China, Japón e India.
Esto puede ser un argumento tentador para el gobierno estadounidense, encabezado por Donald Trump, para que su política exterior se mantenga cruzando el límite en la región más conflictiva del planeta.
Sin embargo, si continúa con los malos cálculos, entre otras consecuencias, el mercado petrolero podría ser arrastrado a una zona de arenas movedizas, donde ni siquiera sus reservas estratégicas podrán llenar los boquetes de suministros que puedan ocasionar un potencial conflicto a gran escala en Medio Oriente.
Este conflicto, que permea el mercado internacional de hidrocarburos, es una alerta para que México apriete el paso para lograr la seguridad energética que permita dejar de depender de las importaciones para garantizar el consumo interno de energéticos, vitales para el funcionamiento de la economía y los servicios de primera necesidad de cualquier país.
POR MANUEL RODRÍGUEZ
DIPUTADO Y PRESIDENTE DE LA COMISIÓN DE ENERGÍA
@MANUEL_RDGN
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