La agenda 2020 para México es muy amplia, como lo es cada año porque siempre hay desafíos, oportunidades y necesidades, pero quizá convengamos en que existe una base esencial que nos compete a todos fortalecer: la conciliación nacional, cuya ausencia haría extremadamente difícil avanzar en todos los ámbitos de nuestro desarrollo.
Conciliación significa la disposición y la voluntad de todas y de todos, o al menos de una clara mayoría, de poner nuestras palabras y hechos en favor de la unidad.
Sumemos aun en la diferencia.
Alejémonos de la intolerancia.
Rechacemos los linchamientos que pretenden acallar opiniones o dañar prestigios.
Escuchemos al otro.
Defendamos el derecho de todos a expresarnos en los límites del respeto.
Si no protegemos la libertad de todos y cada uno, ¿cómo podremos defender la nuestra?
Si sólo unos tienen la verdad, ¿quién decide quiénes son ellos y cuál es esa verdad única e irrebatible?
Nos hace falta unidad porque ni nuestras carencias ni nuestras diferencias pueden resolverse desde la división. Una sociedad escindida es proclive a la confrontación y a la violencia física y verbal que es, a su vez, causa de parálisis y retroceso.
Las diferencias son fortaleza, no debilidad. Por ello dejemos que circulen y nos nutran, porque las ideas, los proyectos y las acciones transformadoras se perfeccionan con la pluralidad y se concretan mediante acuerdos.
La polarización suele ser antecedente del abismo.
Enfrentados, no nos quedará más que parapetarnos en el dogma o en la cerrazón y desde allí tratar de reducir al otro a un adjetivo, un estigma, una sentencia fácil para condenarlo sólo por ser o pensar diferente.
Divididos, seremos vulnerables a la violencia criminal, a los intereses de facciones, a la desigualdad y al estancamiento social y económico.
Vivamos la diferencia desde el respeto y la libertad, principios que siempre construyen y que cohesionan a la sociedades en pos de objetivos comunes.
Todos queremos paz, seguridad y armonía, inversiones y desarrollo, justicia social y certidumbre jurídica, educación de calidad y servicios de salud, erradicación de la pobreza y la desigualdad, en síntesis, un entorno propicio al bienestar colectivo.
Estos objetivos son suficiente y poderosa razón para trabajar por la unidad, una condición de la relación social que nos hace fuertes y propositivos, en tanto que alienta y hace posible el trabajo convergente, la construcción de acuerdos, la planeación y la realización de proyectos, el crecimiento económico, el abatimiento de los rezagos, la movilidad social y el desarrollo con justicia.
Si queremos un país mejor, el camino es la unidad.
POR MAURICIO FARAH
*SECRETARIO GENERAL DE SERVICIOS ADMINISTRATIVOS DEL SENADO Y ESPECIALISTA EN DERECHOS HUMANOS
MAURICIOFARAG@HOTMAIL.COM
@MFARAHG