La última Cumbre Climática de la ONU, COP25, resultó en un esfuerzo casi inútil para el logro de la reducción de contaminantes en el planeta. Es desquiciante que los miembros de instituciones internacionales, gobiernos, entidades vinculadas a la emisión de contaminantes y organizaciones proambientales no tengan la luminosidad suficiente para llegar a acuerdos que contraataquen y alivien nuestro bellísimo planeta que cada día se deteriora más.
Es penoso que después de 25 reuniones internacionales no se haya llegado a acuerdos democráticos efectivos que concienticen a gobiernos, empresas y a la ciudadanía, acerca de los daños que trae la emisión de contaminantes y la feroz destrucción de sistemas ambientales, en aras de enriquecer a unos cuantos países o individuos, en detrimento de la población, incluyendo a las familias y comunidades de los depredadores.
Somos testigos de las catástrofes en el Amazonas o en la selva Lacandona y en muchas otras zonas de bosques tropicales, del calentamiento de los polos y, en consecuencia, el descongelamiento del Ártico y la Antártida; de las alteraciones climáticas en todo el planeta que generan tifones, inundaciones —como la reciente en Venecia— escasez de lluvias, procesos de desertificación, alza de temperaturas y quemazones incontrolables —como las que azotan Australia—.
La esperanza es que surjan muchas Gretas en el mundo y movimientos internacionales de “Juventud por el Clima” y “Viernes por el futuro”, que hagan escuchar sus voces en foros internacionales; pero, más importante, que hagan conciencia entre las nuevas generaciones, para que se ponga un alto a las insaciables ambiciones cortoplacistas de políticos miopes buscadores de votos y de las grandes empresas transnacionales cuya única finalidad es su absurdo afán de lucro. Es urgente hacerlos entender que ellos también habrán de ser víctimas de sus rapaces intereses.
Thunberg es una jovencita sueca que sufre síndrome de Asperger, que se traduce, entre otras cosas, en un sentimiento de ansiedad incomprendido. En el caso de Greta eso se ha traducido en una permanente necesidad, desde los 8 años, de luchar por mejorar las condiciones del medio ambiente.
La última gran intervención de Greta fue en la COP25, en la que volvió a instar a gobernantes y grandes empresarios a tomar en serio la responsabilidad que tienen. Les dijo que no se estaban a la altura de la emergencia. Greta es consciente, pese al odio generado hacia su persona, que al hablar ante un foro al que asistieron 25 mil representantes de unos 200 países, contribuye a generar sinergias que incidan en la mejoría del planeta.
Ojalá que su mensaje sea difundido a todos los confines del mundo y surjan muchas más voces; se antoja que el problema sea solventado por la sociedad civil, sobre todo por los jóvenes; pues una pléyade de burócratas, tras 25 suntuosas reuniones no han avanzado. Sería maravilloso que la COP 26 tuviera como representantes a muchas más Gretas que burócratas ambientalistas.
POR AGUSTÍN GARCÍA VILLA
*ANALISTA ECONÓMICO
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