El T-MEC: un nuevo capítulo para EEUU y México

La vigencia del acuerdo depende aún de la ratificación canadiense, que se espera ocurra a mediados de marzo

Para el presidente Donald Trump el nuevo Tratado de comercio México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) es una instancia en la que Estados Unidos, Canadá y México se erigen contra el mundo.

El reclamo norteamericanista de Trump fue probablemente accidental y tiene poco que ver con la visión original del aún vigente Tratado Norteamericano de Libre Comercio (TLCAN), pero en cierta forma consigna la realidad de una integración tan inevitable como creciente.

Norteamérica es una región económica dominada por los EEUU y compite tanto con la creciente potencia de Asia como con la atribulada Unión Europea. Y a querer o no, las participaciones canadiense y mexicana añaden profundidad a la estructura. El acuerdo renueva provisiones del TLCAN y agrega capítulos sobre comercio electrónico, patentes y detalles que no existían cuando entró en vigencia en 1994. Pero también incrementa condiciones de contenido doméstico, sobre todo en la industria automotriz y en favor de los EEUU, y adelanta demandas laborales y ambientales dirigidas específicamente a México.

Muy al margen de los alardes de Trump, la realidad es que el T-MEC es 95 por ciento TLCAN y que hoy es tanto una promesa electoral cumplida como su mayor logro en términos de comercio exterior, con una potencialidad enorme.

Para el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador añade una capa de confianza y certidumbre legal a las inversiones en México, erosionada por el entusiasmo retórico del propio mandatario y sacudida aún por decisiones que como la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México parecieron más actos de campaña electoral que de gobierno.

La vigencia del T-MEC depende aún de la ratificación canadiense, que se espera ocurra a mediados de marzo pese a algunas protestas de grupos de oposición.

Pero mas allá de la esperada adhesión canadiense, para México el T-MEC representa la renovación del acceso a los mercados estadounidenses, que actualmente representan 80 por ciento de su comercio exterior y una realidad inescapable.

El hecho no ha sido ignorado ni por mexicanos ni por estadounidenses. Ambos lados ha sido cuidadosos en no exacerbar aspectos contenciosos, aunque Trump no pueda dejar de presumir sobre la noción de que "al final" México paga –de forma misteriosa aún– por el muro fronterizo.

A su vez, López Obrador ha puesto un enorme cuidado en la relación con los EEUU, obligado no sólo por situaciones circunstanciales sino por la inevitable realidad de la vecindad y la asimetría de la relación. AMLO ha sido firme en señalar que no caerá en provocaciones o entrará en debates públicos con Trump, y hasta ahora ha cumplido.

Pero el hecho es también que se esperan intemperancias de Trump al dirigirse a sus seguidores y presentarles la construcción del muro fronterizo –y el implícito ataque a México– como una promesa cumplida a lo largo de la ya virtualmente iniciada campaña presidencial de EEUU. [nota_relacionada id=838613]

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS

JOSE.CARRENO@HERALDODEMEXICO.COM.MX 

@CARRENOJOSE

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