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Migrar, como derecho humano

OPINIÓN

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Podemos ver las imágenes y no sentir nada. Podemos evitar verlas y hacer como que no sucedieron, pero ahí están. Migrantes centroamericanos golpeados y su paso impedido. Muchos de ellos expulsados también de sus países por la situación inaguantable de violencia y hambre en que viven.

El diputado federal Porfirio Muñoz Ledo alzó fuerte la voz. ¿Somos de facto el tercer país seguro? Su análisis es contundente: “De facto, obviamente, ¿pues no ves que los sacaron a palos y allá los sacan a palos también. Ahora, con Trump es un muro, un muro, lo peor, ha habido malos tratos, deportaciones durante mucho tiempo pero no hay golpes de este tipo. Algunas veces a algún migrante lo ha tomado la Border Patrol, lo han golpeado, pero una golpiza directa ordenada por el Estado mexicano es extrema de verdad. Yo sí quiero que la presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos haga una petición. Ahora, no quiero que caigamos en un Estado totalitario, no es la idea del partido, nosotros somos y nacimos como un partido libertario, con derecho a la vida humana, con derecho a los derechos de los trabajadores y de los migrantes y ahora resulta que hacemos lo contrario de lo que dice la Constitución, la ley y nuestro discurso político”.

El Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2020 de la Organización Internacional para las Migraciones, asociada a las Naciones Unidas, dice que somos el segundo país, únicamente después de India, con el número más alto de migrantes residentes en el extranjero: 11.8 millones, la gran mayoría en Estados Unidos, donde viven 50.7 millones de migrantes internacionales. En ese país, construido desde sus orígenes por migrantes, la discusión está clara. Quienes están en contra argumentan que los extranjeros trabajan por menos salario y quitan empleos, representan un gasto adicional para el Estado y cometen más delitos. Quienes defienden la migración abierta señalan los aportes socioeconómicos de quienes llegan y los derechos individuales. Pero más allá de eso, ¿y el derecho a migrar? Si bien es cierto que una nación puede cerrar sus fronteras con el argumento de su bienestar interno, ¿puede un país con tantos intereses internacionales y regionales cerrarse a una situación en la que está más que involucrado?

La experiencia de muchos años indica que endurecer el control de fronteras termina no siendo tan eficaz porque alienta delitos como el tráfico ilegal y la trata, creando mafias que abren las puertas justo al tipo de personas a quienes buscan cerrarlas: delincuentes de alta peligrosidad. En una revisión de sentido común, los muchos miles de millones de dólares que se invierten en medidas como la vigilancia fronteriza; las visas; controles de seguridad; infraestructura para detención, procesamiento y deportación entre muchas otras, serían mejor invertidos en el desarrollo de los países expulsores, cambiando así radicalmente las razones para migrar, que no van a desaparecer.

La migración es un fenómeno realmente natural entre los seres humanos. La cuestión es, justamente, verla con sentido humano.

POR ADRIANA DELGADO
COLABORADORA
@ADRIDELGADORUIZ


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