La urgencia de una política migratoria

Las caravanas migrantes seguirán ocurriendo y Trump va a usar las acciones del gobierno para su campaña

La primera caravana migrante de 2020 ocurrió hace unos días, cientos de salvadoreños y hondureños (en su mayoría) emprendieron su camino hacia Estados Unidos, pasando por Guatemala y por nuestro país. La migración centroamericana hacia el norte no es un fenómeno nuevo, hacerlo de manera conjunta y organizada en estas caravanas, a partir de 2018, es una forma de visibilizar su vulnerabilidad en servicios, mostrar la ausencia de derechos humanos, protegerse y tratar de evitar caer en manos de la delincuencia organizada, ya sea como parte de su reclutamiento o para ser violentados en su tránsito.

Las caravanas también han expuesto la debilidad institucional. Primero a nivel macro; es decir, ante las presiones comerciales de Donald Trump —la amenaza de imposición de aranceles a productos mexicanos y la no ratificación del T-MEC—, la respuesta del gobierno mexicano fue hacer un muro en la frontera sur con la Guardia Nacional. Intercambiar relaciones comerciales por asuntos migratorios, pero sin ninguna estrategia, política pública o programa sustentado, simplemente así, evitar el paso de migrantes al borde del río Suchiate, a cambio del acuerdo comercial.

Al respecto, el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, durante su comparecencia en el Senado, mencionó que en su gestión se ha reducido 70 por ciento el cruce de migrantes hacia EU, pues de 144 mil detenciones realizadas por el gobierno estadounidense en mayo, se pasó a sólo 43 mil en noviembre, diciendo que “es la reducción más importante de flujos migratorios en décadas”. Con este resultado, el mayor beneficiado ha sido el presidente Trump con su muro y sin gastar un solo dólar.

Otra muestra de debilidad es el Instituto Nacional de Migración (INM), ente que debería estar encargado no sólo de revisar papeles oficiales de los integrantes de las caravanas, sino que debería presentar una visión de derechos humanos, acompañar al migrante por su complicado paso por el país, dotándoles de lo estrictamente necesario: agua, comida, techo, servicios básicos de salud, seguridad, etc., sin embargo, en el mejor de los casos, sólo se les ofrece sellar su documentación o la deportación al país de origen. El caso de la Guardia Nacional es más grave aún, pues al haberse conformado al vapor no tienen la formación, capacitación ni instrucción necesaria para afrontar esta clase de eventos, y las acciones en la frontera sur fueron muestra de ello: escudos, palos, piedras y balas de goma fue la “estrategia”.

Las caravanas migrantes seguirán ocurriendo y Trump va a usar las imágenes de las acciones del gobierno mexicano para detener el flujo migratorio como un triunfo y un elemento de su campaña de reelección. Quienes deben reflexionar y cambiar la hoja de ruta son el Presidente y Ebrard, pues la falta de una política migratoria real sólo decantará en más violaciones a los derechos humanos, mayor inseguridad, además de que puede intensificar la visión xenófaba y de criminalización del migrante. Debemos recordar que ningún ser humano es ilegal.

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POR ADRIANA SARUR
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