En la ruta de la elección presidencial de 2018, Morena tejió alianzas con actores de diversos orígenes y hasta comportamientos.
El riesgo de la exportación de las prácticas del pasado al nuevo instituto político no sólo era posible, era más bien predecible.
En el último año, y de manera más intensa en los últimos seis meses, las consecuencias se han vuelto evidentes, sumergiendo al partido más importante del país en una disputa por la definición de su rumbo.
¿Y esto por qué es un asunto de todas y de todos? Pues porque lo que suceda con Morena tiene elevadas posibilidades de que afecte el desarrollo de todo el país.
La definición de sus dirigentes, de los métodos para resolver sus diferendos, los mecanismos de selección de sus candidatas o candidatos que resulten en posteriores representantes populares y los equilibrios que se generen sobre todo en la cámara federal, que puedan dar o no viabilidad al proyecto de gobierno de AMLO, nos debería a todos preocupar y ocupar.
Morena realizó su congreso nacional con quórum y convocatoria legal. A pesar de los intentos de generar consensos y mantener la unidad en una organización tan heterogénea, fue evidente el intento por boicotear la materialización de este evento.
Llamadas desde la Secretaría de Finanzas para cancelar vuelos y hospedajes, vacío de “liderazgos sobresalientes”, intromisión de quienes fueron llamados por el presidente a no entrometerse, acuerdos de última hora, “instrucciones de arriba”, a todo eso se sobrepuso una militancia que se reconoce en un terrero distinto, en uno menos fraterno al de sus comienzos.
Se reconfiguraron las fuerzas al interior de este, les guste a muchos o no, el partido más importante.
No fueron los nombres de los actores encumbrados los que ocuparon la mayoría de las secretarías en disputa, de hecho, muchos fueron derrotados.
Regresó la militancia de base, no necesariamente inexperta, a los espacios protagónicos y de toma de decisiones, ojalá que sea para bien.
¿Habrá impugnación? Iluso sería pensar que no, pero algo sucedió en ese congreso que llena de esperanza y da una bocanada de aire fresco a la militancia que se sentía lastimada, abandonada y humillada por quienes se habían planteado más que dirigir a su partido, convertirlo en un negocio personal respecto a sus finanzas y una agencia de colocaciones en sus candidaturas.
La labor que enfrenta la nueva dirigencia no es menor y el tiempo que se dieron a sí mismos para lograr la reposición de su proceso interno es de pronóstico reservado. La ventaja con la que cuentan es que un ejército de voluntarios y voluntarias (como antes) está dispuesto a ayudar a sacar del bache al partido que decidió utilizar como lema “La esperanza de México”.
Pase lo que pase, el mensaje llegó a sus destinatarios con toda nitidez: Morena está de regreso.
POR DANIEL SERRANO
*LIDERAZGO POLÍTICO DE IZQUIERDA EN EL EDOMEX
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