Durante 1988, Rosario Ibarra participó con dignidad en las elecciones presidenciales y posterior a los comicios, se adhirió a la lucha encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas. Ella y Manuel Clouthier de inmediato se manifestaron ante la Secretaría de Gobernación por su desacuerdo con los resultados que habían dado por triunfador a Carlos Salinas de Gortari.
Hay muchas postales en donde Ibarra se encontraba flanqueada por el hijo del presidente Cárdenas y al otro costado el imprescindible Porfirio Muñoz Ledo –personaje agudo al que se le negó la semana pasada la posibilidad de hacer un extrañamiento durante la sesión de informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos-. El liderazgo de doña Rosario no provenía de una convencida vocación política, sino que fue potenciado por la tragedia de perder a su hijo Jesús Piedra, quien fuera detenido por la policía y nunca más se supo de su suerte.
Esa pérdida tan dolorosa para cualquier madre, esa ausencia angustiante hizo que surgiera la activista social que posteriormente encontró en la izquierda política un espacio para darle fuerza a su causa. Ella creo el denominado “Comité Eureka”, integrado por familiares de personas víctimas de desaparición forzada. En su lucha de más de 45 años, el colectivo pudo encontrar con vida a más de 150 personas que vivieron ese suplicio. Este es un contexto abreviado para ubicar la figura de un genuino liderazgo de la sociedad civil como el de Rosario Ibarra, misma que mereció en varias ocasiones su postulación para obtener el Premio Nobel de la Paz.
No cabe duda que por honestidad intelectual y congruencia política, además del respeto que le guarda Muñoz Ledo a Rosario Ibarra, éste optó por manifestarse de manera respetuosa ante la acelerada inmovilidad crónica que ha decidido asumir la Presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Cualquier persona que quiera honrar una amistad, debe estar dispuesto a reconvenir de manera serena y generosa a los hijos de los amigos y eso aplica incluso en el recinto de la soberanía legislativa.
La última muestra de dignidad de Rosario Ibarra fue en ausencia, ya que no asistió a la ceremonia en donde se le entregaría la Medalla “Belisario Domínguez” en el Senado. En el mensaje enviado por escrito le solicitó al Presidente que custodiara la presea “hasta que pueda entregarla junto con la verdad sobre el paradero de nuestros queridos hijos y familiares y con la certeza de que la justicia anhelada por fin llegará”. Esa petición de Rosario Ibarra al Presidente fue un gesto de integridad, como anticipando la vergüenza que ahora seguro experimenta porque como presidenta de la CNDH su hija en poco ayuda a resolver su legendaria demanda.
CONSUMMATUM: Recibí una carta de César David Reyes Melayes, Coordinador de Comunicación del Secretario de Seguridad Pública, en donde contribuye con más argumentos para reflexionar en torno a mi artículo “Gertz: dos rostros”. Un fragmento: “Me permito precisar que el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo Montaño, siempre será respetuoso del debido proceso y la presunción de inocencia (…) En este contexto, es preciso señalar que la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, siempre que se lo requieran, colaborará ampliamente con las instancias correspondientes en cualquier investigación”. Servido, secretario Durazo.
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POR LORENA PIÑÓN RIVERA
SECRETARIA NACIONAL DE GESTIÓN SOCIAL DEL PRI
@LORENAPIGNON_
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