En mayo pasado estalló la crisis. Más de 144 mil migrantes centroamericanos fueron detenidos por las autoridades de Estados Unidos, provenientes de territorio mexicano.
El número había escalado los meses previos, desde la cifra manejable de 40 mil detenciones a fines de 2018. Ante la amenaza del presidente Trump de imponer aranceles progresivos a México en caso de no contener el flujo migratorio irregular, el gobierno mexicano no tuvo más opción que actuar en consecuencia.
Ocho meses después, y miles de elementos de la Guardia Nacional de por medio, el número de aprehensiones en la frontera estadounidense ha regresado a niveles aceptables.
La emergencia se contuvo, pero no el problema. Simplemente lo trasladamos de nuestra frontera norte a la del sur.
Ahora, la crisis se vive en los límites de México y Guatemala y amenaza con desbordar las capacidades de contención desplegadas en la zona.
Ante las imágenes que llegan en tiempo real, no se sostiene el discurso de las autoridades que hablan del “rescate” de migrantes, el trato digno y la generosa oferta de refugio en suelo nacional.
Ciertamente, el gobierno federal a través de la Cancillería ha insistido en atender las causas de la migración, brindando dinero para proyectos sociales en El Salvador, Honduras y Guatemala y buscando que los Estados Unidos también canalicen recursos para el desarrollo de la región.
Si bien el enfoque regional es acertado, parece que la estrategia está siendo rebasada por una conflictiva situación no sólo económica, sino fundamentalmente social y política que sigue expulsando a hombres, mujeres y niños de sus lugares de origen.
En este sentido, dos recientes estudios dan claves para entender las aristas del fenómeno.
1. “México y Centroamérica: encuentro postergado”, publicado por el Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi) y coordinado por Gustavo Mohar, que recoge ensayos y testimonios de académicos y activistas sociales centroamericanos. “La ola centroamericana puede explicarse a partir de cuatro factores: (i) demografía; (ii) estados débiles y pobres, (iii) microeconomía bloqueada y, (iv) crisis sistemáticas de ingobernabilidad”. (www.consejomexicano.org)
2. “Promesas incumplidas. América Latina hoy”, del Interamerican Dialogue, editado por Michael Shifter y Bruno Binetti. A decir de la académica Ana Covarrubias, a pesar de los discursos románticos sobre la unión latinoamericana, la estricta visión de la soberanía no permite la integración regional. “Basados en el tradicional principio de no intervención en los asuntos domésticos de otros países, los gobiernos de la región no están dispuestos a dar espacio a los intereses de los otros”. (www.thedialogue.org)
No hay soluciones fáciles. El éxodo centroamericano requiere una estrategia diseñada con —y no para— la región. Y las medidas deberán ser sostenibles en el largo plazo, para no quedarnos atrapados en las crisis recurrentes.
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POR VERÓNICA ORTIZ
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