Las élites confundidas

Para el ciudadano, lo que importa es que la carretera o las calles no tengan baches, sin importar si se hicieron con dinero público o privado; que las luminarias funcionen, que todos los días tenga agua en su casa

Los ajustes políticos que vive México revelan la naturaleza de sus élites y del país mismo. La cúpula del gobierno actual critica a la cúpula de los gobiernos anteriores y viceversa.

Ahora se dice que los gobiernos anteriores no eran cercanos a la gente, eran corruptos e incompetentes; al gobierno actual se le califica de incompetente, que le falta mejor elaboración de políticas públicas y que no ha dado muestras de ser menos corrupto.

Lo que se tiene que reconocer es que no se venía de un gobierno ejemplar y que el gobierno actual tampoco lo será. Se debe reconocer que la cercanía con la gente de los gobiernos anteriores brillaba por su ausencia, salvo en situaciones críticas como inundaciones, huracanes, entre otras. Hoy esa cercanía se ha convertido en bandera del gobierno, sin embargo, es una cercanía más propagandística que de hechos.

La oportunidad que el Presidente tuvo para recorrer el país auspiciado con recursos públicos durante años de campaña, le ha permitido entender parte de la problemática en zonas rurales; pero aun así no dudó en quitar beneficios a quienes menos tienen, cancelando el seguro popular con más de 50 millones de afiliados; eliminar los apoyos al campo, cancelar el programa de empleo temporal en caminos y lucha contra incendios, cancelar las estancias infantiles que estaban presentes en 548 municipios indígenas y quitar dos mil millones de pesos del presupuesto para la Instituto Nacional de Pueblos Indígenas.

En México estamos en un momento en que las élites permanecen confundidas; unas creen que la solución es hacer las cosas como hace dos, seis o 12 años; otras creen que hacerlo con la arbitrariedad de hace 40 años, más la tecnología actual podría ser el camino.

El discurso de ambos lados se ha quedado corto, lo que requiere el país es parte de ambas posiciones, un gobierno que esté más cercano, que entienda que lo importante es que la gente reciba de forma adecuada los servicios y acciones del gobierno; pero que también entienda que para lograr eso se requiere de especialización de los funcionarios públicos, que no alcanza solo la honestidad para servir, que se requiere de capacidad y que ambas no están peleadas.

Para el ciudadano lo que importa es que la carretera o las calles no tengan baches, sin importar si se hicieron con dinero público o privado; que las luminarias funcionen, que todos los días tenga agua en su casa, que los servicios de telecomunicaciones no tengan fallas, que la electricidad no sea un tema para preocuparse, que la gasolina tenga buenos precios y contamine menos; que ir al servicio de salud público sea rápido, que tenga las medicinas y tratamientos necesarios; que pueda confiar en la policía, que pueda pagar fácilmente sus impuestos y hacer trámites desde su teléfono, que tenga transporte público seguro y eficiente, que tenga diversidad de productos o servicios que compiten por la preferencia del cliente con prácticas legales.

De eso se trata el ser gobierno, de generar valor al ciudadano. Estorbar menos, ayudar a hacer fácil, cómoda y segura la vida de la gente. Los gobiernos, en todos sus niveles tienen que pensar no solo en comunicar o en ser cercanos, sino en entender la construcción de procesos de calidad desde la toma de decisiones hasta la operación y evaluación de los programas, dando la relevancia que merece el ciudadano; que al final tiene el doble papel de ser accionista y cliente de la empresa llamada gobierno. [nota_relacionada id= 825957]

POR FAUSTO BARAJAS

ESPECIALISTA EN POLÍTICAS PÚBLICAS

@FAUSTOBARAJAS

FAUSTO1707@YAHOO.COM.MX

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