El problema más importante de las empresas en México para hacer negocio es la corrupción; así lo reconoce el Global Competitiveness Report Index 2017-2018 del Foro Económico Mundial. Por su parte, el Índice de Fuentes de Soborno de Transparencia Internacional señala que en México 32% de las empresas realizan pagos extraoficiales a políticos; 32% pagan sobornos a funcionarios públicos para “acelerar” trámites (pagos de facilitación), y 38% utiliza relaciones personales o familiares para obtener de contratos. Según el ensayo Emprendedurismo y Corrupción, la causa más común para el pago de sobornos entre emprendedores fue para agilizar permisos y licencias; a 45% les solicitaron dinero para una oportunidad de negocio y 25% pagó un soborno en especie (comida o viaje); es decir, los pagos extraoficiales más frecuentes en México son los pagos de facilitación. Entonces, ¿Qué deben hacer en las empresas para protegerse, prevenir y combatir a la corrupción?
Sí bien no hay una fórmula única; además de las leyes nacionales, tenemos las buenas prácticas nacionales e internacionales que muestran el camino a seguir. Todas confluyen en la implementación de Programas de Integridad Corporativa. Estos programas prevén una perspectiva normativa (códigos, políticas, y procedimientos) y una orgánica (órganos de control permanente, Comités de Integridad/Oficiales de Cumplimiento) que en conjunto permiten disminuir de manera considerable los riesgos de corrupción a que se hayan expuestas las empresas.
Bajar la posibilidad de que ocurran actos relacionados con corrupción y soborno al interior de la empresa no es tarea fácil y requiere de un compromiso sólido, tangible y público de su Gobierno.
Esta “pauta de ejemplaridad”, es más que un compromiso de papel o un discurso; éste debe reflejar que la corrupción no es tolerada en ninguno de los niveles y establecer reglas aplicables a todos por igual. Este rechazo expreso y público debe quedar respaldado de forma continua por la alta dirección de la empresa, detonando una adhesión reflejo de todos los empleados. Por ello, se convierte en uno de los pasos más importantes en el Programa de Integridad, pues le dará solides y credibilidad, a la vez que fundará los cimientos de la cultura de integridad y anticorrupción.
Otro elemento de relevancia del Programa de Integridad Empresarial son, el Código de Ética y las Políticas Anticorrupción que además de sus características elementales (consistencia con las leyes, adaptación a la empresa (Análisis de Riesgos); participación de los interesados; responsabilidad compartida; accesibilidad; lectura simple; promoción de la cultura institucional basada en la confianza; aplicabilidad; continuidad; y, eficiencia), deben hacerse públicos, mostrando cuáles son sus intenciones y pretensiones de la empresa respecto a cómo hacer negocios y cómo actúa en su operación diaria.
Es de gran relevancia que estos documentos “no sean de papel” esto es, que no se trate de carpetas con letra muerta y textos inocuos; sino que sean reglas adaptadas a las necesidades y realidades de la empresa, a su contexto interno y operaciones diarias. En éste, se deben definir claramente los conceptos como corrupción, pues es indispensable delimitar los estándares de lo que esta permitido y prohibido.
Los catálogos de sanciones son indispensables, pues no basta con hacer público qué se sancionará, sino que se debe establecer un catálogo de sanciones aplicable a quienes incumplan con esta autorregulación: éste sistema de sanciones debe ser fortalecido con una línea de denuncias, que asegure que éstas se investigan y resuelven, a la vez que garantice el anonimato y una clara convicción de que no habrá represalias por denunciar.
Finalmente, se deben desarrollar e implementar políticas específicas, que regulen circunstancias tales como el conflicto de interés; los regalos; las donaciones; el otorgamiento de entretenimiento, viajes y atenciones; no porque sean malos, sino porque es necesario que sean claras las reglas en las que se desenvuelven, ya que las desviaciones a actos de corrupción en sus diferentes formas suelen ser disfrazadas de acciones convencionales relacionadas con estas prácticas.
Las reglas de Integridad Empresarial son muy bastas y no pretendo abarcarlas en este espacio, pues las disposiciones legales junto a las mejores prácticas nacionales e internacionales nos dan un universo amplísimo para poder ajustar a cada una de las empresas su propio programa de integridad. Pero lo más importante es la voluntad.
Las grandes empresas se pueden convertir en las guías de ruta en la dirección correcta de las empresas medianas y pequeñas, que se encuentran a su rededor, pues al establecer estándares éticos y de integridad más altos, establecen los linderos del negocio en materia de integridad, y éstos llevarán a todos los demás a alinearse en la misma frontera; lo que a la larga beneficiará a las empresas en su economía y a la nación entera, pues desembocará en un país en que se realicen negocios de forma ética e integra, con tolerancia cero a la corrupción y al soborno; y por reflejo, una disminución en los casos de corrupción.
POR PABLO ESCUDERO MORALES
MAESTRO EN ADMINISTRACIÓN PÚBLICA. ESPECIALISTA EN COMPLIANCE ANTICORRUPCIÓN Y CREADOR DEL PEIC (PROGRAMA DE ÉTICA INTEGRIDAD Y CUMPLIMIENTO)
lctl