Lo dije el 14 de enero en una columna de opinión en SDP Noticias, “La exitosa campaña de un avión presidencial”. La aeronave en cuestión seguirá siendo pretexto, chunga, divertimento y cortina de humo de la 4T. La primera etapa de dicha campaña fue exitosa. Sí, en términos de marketing electoral, López Obrador logró con creces su cometido. El vuelo del avión presidencial, partiendo de México hace poco más de un año, simbolizaba el adiós a una época de boato, corrupción y, ante todo, la imagen del hombre honrado que mantuvo su palabra.
Tras un tiempo transcurrido, se sabe que el avión viene de regreso. Los costos económicos —los relativos exclusivamente a rentar el lugar donde se estacionaba en California, aclaro— sumaron cerca de 30 millones de pesos. Pero, además, al no venderse y tenerlo parado, comenzaba a significar merma política a nuestro Presidente.
Más allá de ello, como al Ejecutivo federal ya le gustó hacer de la burla la norma, lanza otra campaña —con todo y tríptico “explicativo”— donde el avión vuelve a ser el protagonista de lo que supuestamente representó el antiguo régimen y la lucha encarnizada del nuevo gobierno para que parezca que ha intentado todo por vender lo invendible.
En esas estábamos, cuando llegó la última ocurrencia —planteada a modo de propuesta en la conferencia mañanera de ayer: rifar el avión mediante la Lotería Nacional.
Naturalmente, como en México solemos hacer de lo absurdo basamento del sistema educativo y aprendizaje nacional, rápidamente —además de volverse trending topic en Twitter y arrancar más de una sonrisa aderezada del típico “ya me vi” — en esta ocasión la propuesta para el José María Morelos y Pavón tiene otro uso: servir de petenera para soslayar discusiones necesarias sobre temas urgentes en el país. La población cae en el juego; es más, exige la burla con el mismo ahínco como necesita el oxígeno para vivir.
Se le atribuye a Franklin D. Roosevelt la siguiente frase: “Los hombres necesitados no son hombres libres” (1944). Y, en ese sentido, una gran parte de la población de México, al no tener servicio básicos y tener unas necesidades terribles, no son libres. Peor si lo que se hace con el dichoso avión es desviar la atención y la solución a estas y otras cuestiones —sean la falta de vacunas, un crecimiento económico nulo, creciente inseguridad, etcétera—.
Más allá de si terminan por comprar o no el cachito de la Lotería, con el tema de la aeronave por enésima vez “nos dan el avión”, y la ciudadanía lo toma gustosa.
El avión que no lo tiene ni Obama ha sido uno de los pilares del actual gobierno en su manejo de lo que se conoce como oportunidad política; de machacarnos —propagandísticamente hablando— lo sucedido en tiempos de EPN en términos de dispendio. Por fortuna, la percepción de que todos los temas que surjan sobre y alrededor del avión son sólo distractores comienza a generar ya más dudas que certezas en una parte de la población. Y es que el gobernar puede tener un elemento de permanente campaña, pero de ninguna manera la guasa debe volverse mantra.
POR VERÓNICA MALO GUZMÁN
VERONICAMALOGUZMAN@GMAIL.COM
@MALOGUZMANVERO
eadp