En la mirada del doctor Paul Krugman, premio Nobel de economía, una postura populista no es mala en sí misma, siempre y cuando esté dedicada a atender los problemas sociales más relevantes. Y no se equivoca, porque el populismo ha sido una repetida posición política que se ha dedicado a enumerar las carencias más relevantes, sin embargo, el riesgo radica en quienes se han subido al barco de los temas que más le duelen a las sociedades y proponen medidas fuera de la realidad, es decir, el problema no es que el populismo acepte que existan lastres sociales y los enumere, el problema es el populista al creerse el moderno salvador, un ungido, un santo cuyos milagros sacarán del problema a la gente termina por confundir problemas con soluciones. Una postura populista reconoce que los modelos económicos actuales han traído desigualdades, sí, no obstante, estas medidas son y serán exitosas al paso del conocimiento de las necesidades de los que más tienen.
Existen problemas de orden social, unos más marcados que otros, bajo un esquema donde hay perdedores y ganadores, pero ni todo es culpa de la globalización ni del libre comercio, porque juega todo, desde corrupción, impunidad, los esquemas de reparto de beneficio social, las amplias brechas de desigualdad hasta las herencias de políticas sociales que ayudan a sacar al pobre de su condición.
El problema no es que se digan las cosas como son, sino que el populista repita recetas vacías y automáticas. Para el populista, el pobre es la mercancía adecuada para su discurso; la desigualdad, su argumento; el cierre de barreras comerciales, su plataforma. Se aprovecha del desconocimiento, una de las razones por las cuales ganó Trump fue ésa: se aprovechó del enojo que provenía de la crisis nacida en su país en 2015 y 2016, donde la mayoría de la gente creció de manera impresionante para el 2018.
El problema pues no es reconocer los problemas, el problema no es el populismo, sino el populista que no responde. Trump lo ha hecho.
Aquellos personajes que inventando soluciones alternativas al libre mercado a modo de fórmulas mágicas, se asemejan a magos de las políticas públicas, armados con ocurrencias, es decir, si bien el modelo de libre mercado ha generado su incontable lista de pobres, en el otro extremo encontramos a la negación de alternativas como una tercera vía.
La mentira radica en que no sólo no pueden salvarnos con propuestas al aire, que se hacen frente a las carencias sociales históricas, sostenidos por los pobres, por sus esperanzas.
¿Qué pasaría si a las carencias sociales se le propusieran mecanismos para salir de esa condición y no sólo nos dedicamos a postergarla? Porque la raíz de nuestra pobreza radica en la poca capacidad de preguntarnos a quién conviene que sigamos en esas condiciones de carencias permanentes.
La 4T ha marcado un rumbo interesante, pues, aunque en su momento pasó de ser competidor a actor, y hay que decirlo, no lo ha hecho mal.
POR LUIS DAVID FERNÁNDEZ ARAYA
ECONOMISTA
@DRLUISDAVIDFER
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