El asesinato del poderoso general iraní, Kassem Soleimani, por parte de Washington continúa teniendo efectos secundarios trágicos, incluida la muerte de 176 personas, 57 de ellas canadienses, a bordo de un avión ucraniano. Irán finalmente admitió que su Ejército derribó por error el vuelo.
Las consecuencias de ese error por parte de los militares iraníes son un agravante más en la complicada tarea de Irán de sostener su política regional y vengar la muerte de Soleimani. Es cierto que el declive de la influencia de Estados Unidos en Medio Oriente (resultado de la invasión a Irak en 2003) ha alcanzado su punto más bajo, y que la potencia ahora es un jugador entre muchos en la región: Moscú, Teherán y Ankara ahora marcan la pauta de lo que ocurre en Siria y ahora en Libia.
El poder económico de China sigue expandiéndose en diversos países. Pero el objetivo de la República Islámica de promover el fin de la presencia militar estadounidense en Irak y de la región se antoja difícil, por no decir imposible, de alcanzar. Estados Unidos tiene cerca de 60 mil soldados en Medio Oriente (la base más grande es la de al-Udeid en Qatar, con 13 mil soldados). Hacia finales de 2019 Trump anunció el envío de 3 mil soldados a Arabia Saudita.
Si los cerca de cinco mil 200 soldados de EU abandonaran Irak, sería una victoria a medias para Teherán, pues se quedaría sin un chivo expiatorio en tiempos de crisis, en Irak, frente a los kurdos, la hostilidad de los sunís, y las protestas populares contra la injerencia iraní. Además, Irán no puede depender por completo de las fuerzas chiítas afines en Irak y Líbano, o del gobierno de Bashar al-Asad en Damasco. Requiere del apoyo de Ankara y Moscú también.
La cuestión es que Turquía no parece favorecer la escalada con Washington. Rusia, por su parte, siempre ha buscado equilibrar su apoyo a los aliados de Irán y su necesidad de cultivar la relación con Israel. Reino Unido, Francia y Alemania anunciaron la activación de un mecanismo de resolución de disputas en el acuerdo nuclear de Irán de 2015, paso que podría acelerar la desaparición del mismo, por ejemplo, empujando a Irán a terminar con el monitoreo y verificación internacional de su programa nuclear. Ottawa, que con Justin Trudeau había buscado restablecer las relaciones con Teherán que su predecesor Stephen Harper rompió en 2012, encabeza los esfuerzos internacionales de buscar justicia para las víctimas.
Teherán sigue actuando conforme a un objetivo de larga data (ser integrado al diálogo regional que considere las preocupaciones de seguridad de Irán), y recurriendo a los mismos instrumentos (guerra asimétrica y diplomacia). La cuestión es que las apuestas de Donald Trump, la reacción de Irán y la tragedia canadiense confirman un cambio en el equilibrio de poder regional en el que se juega, de formas distintas al pasado, la permanencia en el poder del régimen de la República Islámica.
POR MARTA TAWIL
INVESTIGADORA EN EL COLMEX
ORBE@HERALDODEMEXICO.COM.MX
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