Cuando los mexicanos brindamos, lo hacemos deseándonos “salud”. Cuando enfrentamos alguna adversidad, encontramos consuelo diciendo que “al menos tenemos salud”; y aunque nos reímos de casi todo, la sabiduría popular nos recuerda que “con la salud no se juega”.
La salud ha sido una de las exigencias sociales más importantes en nuestro país. Durante los gobiernos posrevolucionarios, esta demanda se vio reflejada en acciones como la creación del IMSS, el sistema de seguridad más grande de América Latina. Así, por ejemplo, la expectativa de vida promedio pasó de 33 años en 1930 hasta más de 75 en 2016.
Durante lo que este gobierno llama “el periodo neoliberal” (1982-2018), contrario a lo que se dice desde la propaganda, la inversión y capacidades del sector salud crecieron notablemente. Como documenta el doctor Julio Frenk y Octavio Gómez-Dantés (Nexos, https://bit.ly/2QQd3pp).
Había muchas insuficiencias inaceptables, pero las mejoras eran reales. El avance más reciente fue la creación del Sistema de Protección Social de Salud, que mediante el Seguro Popular brindaba cobertura a la población más pobre y desprotegida, incluyendo atención de tercer nivel para enfermedades graves, como el cáncer. Todo esto no fue mérito de un gobierno o partido en específico: fue una política de Estado, basada en la técnica, sustentada en personal profesional y pensada para el largo plazo.
Pues bien, el gobierno de Morena decidió iniciar 2020 cancelando el Seguro Popular para sustituirlo con el Instituto de Salud para el Bienestar. En apenas 15 días de existencia, no sólo ha creado confusión y enojo para miles de derechohabientes, sino también situaciones que agudizan la ya de por sí preocupante condición del sector: pacientes que no reciben la atención adecuada, desabasto de medicamentos y costos adicionales para los derechohabientes. No es una casualidad que esto ocurra, es el resultado de un organismo que nace de la improvisación, sin presupuesto ni reglas de operación claras, y sin un proceso de diseño ni planificación especializado.
Esto es así porque detrás del Insabi no hay un proyecto para mejorar la calidad de vida del pueblo. Lo que hay es un proyecto político para centralizar el presupuesto y el control del sector Salud en el gobierno federal, a costa del dolor y la enfermedad de la gente. Lo que hay es un proyecto ideológico para que, en nombre de una supuesta lucha contra la corrupción, el Presidente alimente su sueño de construir al país desde cero, aunque eso implique eliminar todo lo que hicieron sus “adversarios”, incluso lo que estaba funcionando. Lo que hay es un capricho por escribir la historia, aunque eso signifique destruir el futuro.
Claro que había innumerables fallas; pero la gente votó por este gobierno para corregirlas, no para que cancelara todos los avances. Al menos teníamos salud. Hoy tenemos demagogia.
POR GUILLERMO LERDO DE TEJADA
DIPUTADO EN EL CONGRESO DE LA CIUDAD DE MÉXICO
@GUILLERMOLERDO
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