Haz tu denuncia aquí

Una nueva década

OPINIÓN

·

FEZ, Marruecos. Incursionar en el Magreb vía Casablanca en el invierno es como llegar a un destino de playa en México. La nostalgia por el terruño se cristaliza en el clima, la flora y los paisajes. Pero las comparaciones se extinguen cuando escuchas al gerente del hotel que le espeta a un turista: “Respete a la señora, es una mujer, tiene esposo”. El valor femenino se lo da su marido, lo dicta la Sharia.

Marruecos es una monarquía absoluta que ha montado un tinglado constitucional donde coexisten partidos y hay elecciones supuestamente competitivas. La realidad es que el rey tiene completa ascendencia sobre el primer ministro y toda la actividad política gravita en torno a la casa real. El monarca tiene control sobre todos los aspectos de la vida de los marroquíes: controla el Parlamento, el Poder Judicial y las fuerzas de seguridad, los medios y la esfera privada de los individuos a través de la religión.

A raíz del ascenso al trono del rey Mohamed VI en 1999, se han dado avances significativos en el desarrollo de infraestructura carretera y electrificación. Sin embargo, la promesa de otorgar más libertades a la población se ha quedado en papel. La primavera árabe de 2011 fue sosegada por la brutalidad policiaca del régimen. Y sólo un cuarto de la población adulta participa del montaje electoral que organiza la monarquía.

Las libertades son nimias y amplios sectores de la población están destinados a la pobreza, ya que están imposibilitados —por su exigua instrucción— a ingresar a un mercado laboral global. La realeza criminaliza las libertades sexuales de las que gozamos en occidente.

Después de una gran presión social, en los últimos días del año pasado, la periodista Hajar Raissouni fue liberada después de varios meses de estar retenida por tener relaciones extramaritales y, supuestamente, haberse practicado un aborto.

La ley marroquí acuñada durante el colonialismo francés criminaliza cualquier comportamiento que se aleja del Islam, como beber (no obstante, es común hacerlo en restaurantes y bares reservados para la élite y los expatriados), consumir drogas, tener relaciones sexuales antes y fuera del matrimonio, la homosexualidad y la prostitución. El uso de la ley es todavía más enérgico cuando se trata de disidentes o críticos del régimen.

La libertad es un derecho fundamental que todos los seres humanos poseen. Es la condición alejada de la opresión estatal y eclesiástica. Ojalá que en el año que inicia resistamos y adquiramos un compromiso renovado con la libertad y los derechos individuales.

Es indispensable poner límites al poder del Estado y la Iglesia, defender el libre comercio, la eliminación de las fronteras y los derechos de los migrantes, en casa y más allá de nuestras fronteras.

[nota_relacionada id=805225]

POR ALEJANDRO ECHEGARAY

CONSULTOR

@AECHEGARAY1

eadp